LAGUNA DE VOCES
Empezó por verse reflejada en el agua del aljibe, junto a las nubes de día y las estrellas en la noche. No podía decidir si lo mejor sería sumergirse en un cielo tachonado de luceros o en otro iluminado por el sol, así que mejor esperar que el tiempo le indicara cuál era la mejor opción.
Pasaron los años, un día regresó a la casa donde estaba el pozo invertido construido en el patio para llenarse con agua de lluvia que la esperaba. Habían pasado más de 30 años desde que se miró con ojos de asombro, y soñó con lo que sueñan todas las niñas, es decir, congelar el paso del tiempo y quedarse así, igual a la que hoy miraba diferente pero tal vez igual.
Le habían crecido los ojos. Se dio cuenta apenas se asomó. Por la noche comprobó que buena parte del brillo que tienen las estrellas reflejadas en el agua, se le habían quedado estampadas en la mirada, y por eso era capaz de sonreír con la mirada, llorar con la mirada.
A manera de chiste, alguna vez le aseguraron en la escuela que parecía caricatura japonesa, aunque ella siempre creyó que tenía más que ver con la forma redonda del aljibe, donde pasó tanto tiempo hasta confundir cuál de las dos era realidad.
Fue en ese tiempo que descubrió la forma cómo se movía el universo, el cielo, la vida que anticipaba tendría que ver con esa costumbre de adivinar el futuro a través del agua que nunca paraba de caer, a veces incluso, sin que lloviera.
Estaba segura que tarde o temprano vería cómo rodaban luceros, la misma luna que jura, una noche se quedó, la original, guardada entre miles de luces. La que está en el cielo es el reflejo, la original en el aljibe, explicaba aunque pocos llegaron a entenderle.
De pronto se volvió zurda.
Achacó el suceso a que a los 20 años agarró la manía de querer usar ambas manos para escribir, comer, en fin, todo en la vida cotidiana. Pero también sabía que no era cierto, que junto a la luna y las estrellas miles, la ella verdadera estaba en ese gran vaso de agua igual de infinito que el universo, pero día con día más real, más oportunidad de reconstruir su existencia.
Así que dejó que el reflejo ocupara su lugar en lo que todos llaman realidad, y se hundió para siempre en el aljibe, donde se descubrió como la mujer más amada, más querida por simplemente porque dio con los misterios del agua y el firmamento.
No critica a quien se hace pasar por ella en la dichosa realidad. Al contrario, le agradece al agua que nunca deja de caer, que mueva con tanta facilidad el mundo que le tocó conocer, al que pocos seres humanos son invitados, pero que cuando así sucede deben celebrar la suerte que les toca.
Muchas casas de los pueblos ya no tienen aljibes a mitad del patio. Por eso el aburrimiento cuando cansa la vida, y es imposible brincar y sumergirse en una aventura que es para toda la vida, para la misma eternidad.
La sugerencia es que si sabes de alguien que todavía cuente con un artefacto de ese tipo en su patio, primero que le digas no lo destruya, que lo conserve, porque adentro hay tantos universos como deseos se tienen a lo largo de la existencia.
Pero fundamentalmente porque si te das tiempo, podrás verla lo mismo en el día pasear por los cielos iluminados, y de noche ser una estrella brillante, hermosa como ninguna, en la única realidad posible que construye el cariño y amor por la vida.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta