RETRATOS HABLADOS
Buscar el poder, si usted quiere interpretarlo como “ser alguien en la vida”, parece ser algo consubstancial al ser humano; nace con ese deseo, muere por alcanzarlo, pero con bastante regularidad niega esta actitud, porque se ve mal que lo diga algún político, que exprese abiertamente que ese, siempre había sido su sueño. Es decir que, al menos públicamente, nunca lo quieren, e incluso lo ven con desdén absoluto.
Pero no es así.
En la historia de la humanidad, el poder ha sido el Santo Grial que todos pretenden, ambicionan, sueñan, añoran cuando lo han perdido.
Por eso resulta risible, que haya los que insisten, una y otra vez, que su única ambición es servir al pueblo, que una y otra vez le he dicho, es una construcción imaginaria, en la que todos nos incluimos, y a veces nos excluimos. Pero como tal no existe.
Porque el poder enamora, y de manera absoluta, al que se le acerca, peor al que lo vive, peor al que lo pierde.
Es como acercarse al amor y pesar que se puede salir indemne, sin ningún dolor, sin ninguna obsesión. Es algo absurdo.
El poder resulta ser el eje de todo, el que cambia países, estados, municipios, pueblos, rancherías. Todos están dispuestos, un día cualquiera, a enarbolar la bandera de la insurgencia y la revolución para quitar del poder al usurpador, al vil y cobarde, para siempre ponerse en su lugar y hacer lo mismo.
Mire usted a los candidatos y candidatas. Y tenga miedo a quien diga que el poder no le interesa, que su única vocación, superior incluso a la del mismo San Francisco de Asís, es servir sin mirar a quién, y sin ansia alguna de ejercer poder sobre otros.
Ese, esa, miente, y es peligroso, es peligrosa.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
@JavierEPeralta