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La soberbia no es buena consejera en política

Javier Peralta
5 Min de Lectura

RETRATOS HABLADOS

El panorama que hoy mismo observa el Revolucionario Institucional en Hidalgo, es crítico. Pareciera que hicieron todo lo posible para, de una vez por todas, terminar con el otrora instituto político más poderoso en la entidad.  Lo mismo sucede en el plano nacional, y el caso hidalguense, no hace sino ejemplificar todos y cada uno de los pasos que se dieron en falso, para llevar a un pozo sin fondo el posible resurgimiento del tricolor, luego de haber perdido la gubernatura, y ahora, de plano casi todo. Sin embargo, al menos por el momento, no hay remedio, y los hoy victoriosos de Morena, debieran aprender del partido en crisis, porque a lo largo de muchas décadas daba la impresión de que era invencible, de que nada ni nadie podría derrotarlo.  Basta una simple tarea de análisis, para encontrar que, como todo en la vida, la soberbia fue el principal factor que los llevó a la ruina. Digo soberbia, más pareciera un pecado capital que algo concreto y práctico, porque resulta el principio del resquebrajamiento interno en toda sociedad humana. Definida como: “Sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos: la soberbia me envenena, y aunque procuro combatirla y humillar mi corazón, ¡cuántas veces me ha dominado en la vida!”, impide ver la realidad, para determinar la ceguera absoluta ante lo que todos ven, menos el afectado No hacer caso a un factor tan determinante, es el principio de lo que puede venir a la vuelta de la esquina, o tal vez en un periodo de tiempo mucho mayor. Pero también, y esto es preciso entenderlo, en el uso y manejo del poder, transforma a la persona poderosa, que deja de escuchar para solo escucharse a ella misma. En política, pese a todo, resulta inocente dar por difunto a un político en lo individual, y todavía más a una estructura política. Usted lo sabe, que en un acto casi de prestidigitación, ya recibido los Santos Oleos, resucitan, se aparecen en la escena pública, incluso más lozanos y poseedores de un poder que hasta se antoja eterno. Si en cada proceso electoral no solo los perdedores, sino con más intensidad los ganadores, decidieran aprender del trance vivido, ninguna duda tengo que tendríamos políticos con una sensibilidad más cierta, más dispuesta a escuchar, capaces de aceptar sus errores, y a la sapiencia de mirarse en los derrotados, no para hacer escarnio de los mismos, sí para comprender que la condición humana es igual para todos. Lo cierto es que el efecto parece totalmente contrario, y la burla de que fueron objetos cuando les tocó ser los perdedores, anima una venganza que impide ver, en los restos del navío hundido, las cartas de navegación erradas, las decisiones absurdas que los llevaron a estrellarse contra el arrecife que parecía endeble. No debe ser así, pero con bastante regularidad así lo es, porque, de nuevo la condición humana, anima a cobrarse viejas afrentas. Por eso lo primero debería ser, en un ánimo incluso de propia supervivencia, analizar a fondo esas cartas de navegación erradas, esas decisiones absurdas, para descubrir un elemento común: la soberbia. Soberbia que les impidió escuchar a quien les insistía en que no se puede caminar a ninguna parte, si solo escuchan sus propias palabras. En muchos sentidos ese es el factor esencial: saber escuchar, saber aceptar que nadie es infalible. Saber que, al final del día, ese sentimiento de superioridad frente a los demás, solo sirve para encerrarse en uno mismo. Al PRI, a quienes hoy saben de su responsabilidad por hundir a la embarcación, les pasó eso: fueron soberbios.Mil gracias, hasta mañana.Correo: jeperalta@plazajuarez.mxX: @JavierEPeralta

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