Pido la palabra
Por lo general, al final de cada periodo gubernamental, se presenta ese sui géneris fenómeno mexicano llamado “Año de Hidalgo”, en donde muchos funcionarios públicos están listos para agarrar lo que se pueda y no irse con las manos vacías, aunque los bolsillos ya los lleven llenos de dinero, dolor y miseria humana.
Resulta patético lo que estará ocurriendo con el cierre de muchas administraciones públicas en el País, algunos probablemente ya se están cubriendo las espaldas para no ser perseguidos por sus corruptelas cometidas en el ejercicio de su encargo; otros, tratarán de convencer a los ciudadanos de que han sido la mejor administración de la historia, la más honesta, la más humana. Pero ni unos ni otros lograrán cambiar lo negro de su pasado.
El hecho es que, según lo que hemos vivido los últimos años, al parecer el “Año de Hidalgo” se convirtió en un modelo recurrente, sobre todo en administraciones que se han caracterizado por la frivolidad y la displicencia con las que se atendían los casos donde era evidente la distracción de recursos públicos en favor de intereses particulares, casos que hoy día, a fuerza de haberse filtrado a la opinión pública, ya se están procesando.
Estoy convencido de que los corruptos deben pagar por sus delitos, el pueblo no les confió la función para abusar de la misma.
Por otra parte, los pseudo-honestos y chambeadores, los que de última hora andan bastante apurados tratando de terminar lo que no hicieron durante los años de su administración, en realidad solo es pose, simulación, intentando cerrar bien lo que por años hicieron mal; gobiernos que se les identificó por sus yerros y el dispendio ¿acaso creerán que con actos de contrición borrarán la pésima calidad de sus obras y lo escabroso de su administración?
Ya nada más falta que las nuevas administraciones lleguen y se encuentren sin la suficiente información que les permita un inicio sano en el ejercicio de sus funciones, no sea que vayan a encontrar las oficinas vacías, no solo de documentos, también de moral.
Desde mi opinión, ni los corruptos ni los simuladores deben ser perdonados; no se trata solamente de buscar la sangre de la venganza, si así se entiende, considero que nos estamos equivocando; más bien se trata de que nuestros representantes entiendan que con el ciudadano ya no se va a jugar y, por lo tanto, se nos debe respetar.
Por ello, deben tener mucho cuidado y no aprovechar la recta final de sus encargos para retacarse todavía más sus bolsillos con dinero del pueblo. Este año ni ningún otro, deben ser el año de Hidalgo.
Las sanciones deben servir de escarmiento para todos los que ejerzan una función pública. ¿Quién sigue?, sencillo, aquellos que no sepan actuar con ética y con compromiso de servicio, sea quien sea; no queremos servidores públicos corruptos, tampoco legisladores agachones que solamente se subordinen a las órdenes de sus “jefes fácticos” en las bancadas partidistas o ejecutivos de cualquier nivel, porque si así lo hacen, tarde o temprano también les caerá el peso de la ley.
Queremos funcionarios que funcionen y servidores que sirvan, de otra forma, estaríamos mejor solos que mal acompañados.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.