LAGUNA DE VOCES
Llovió unos minutos. Ahora está peor, porque el vapor del suelo chamuscado empezó a subir. Parece que nunca van a terminar los calores, y ahora Pachuca parece la Luvina de Juan Rulfo, es decir un gigantesco comal sobre el que brinca y brinca la gente. Por otro lado, sigue esto del juego de la política, con nuevos y viejos personajes, con igualitas estrategias, pero en las que, de pronto, ser viejo empieza a ser el mejor argumento para tirarle lodo a uno, y ser joven también. Ambos, todos con la cara de tierra no se miran, no porque les haya nacido el odio, simplemente porque la etiqueta politiquera manda que así procedan, porque el “respetable” siempre gusta de ver y escuchar que se peleen por su amor, que no es incondicional, que es convenenciero a todas luces, pero que es lo único que ha quedado en una tierra donde el poder es glorificado, situado en la cumbre de los que han sabido qué hacer con su vida. En realidad, no es así. Se trata de un engaño que, sin embargo, a todos gusta, porque el paso más repentino a la respetabilidad es agenciarse un lugarcito en donde uno pueda codearse con los poderosos, y sentirse como ellos, dignos de la existencia, dignos de imponer sus ideas sobre una muchedumbre que solo atina a pedir que no la olviden, que se acuerden cuando ya estén sentados a la derecha del padre. Pero siempre sucede lo contrario, se olvidan de esa masa amorfa de personas que los llevaron al poder, porque la mera verdad les da vergüenza que un algo sin rostro, sin identidad cierta, tuvo a bien decirle que sí, que no confiaba por supuesto en su propuesta, pero que de todos modos le regalarían su voto a la hora buena, y que no se preocupara por cumplir nada, además que nada esperaban de él, de ella, de ellos, de nosotros, de ustedes. Pero la lluvia sí, moja más a las muchedumbres, que con ese mismo estilo se disponen a pararse justo por donde pasará el futuro mandamás, el que solo emitirá de su boca verdades, el que nunca equivocará el camino, porque ya es infalible aun antes de ganar elección alguna; ya es el que incluso puede lanzar retos a los que se atreven a señalarlo, a criticarlo. Pero llovió, si unos se mojan en bola como borregos es su gusto, que al fin de cuentas eso les da más credibilidad: la lluvia los deja cual sopa porque no se separan, son fieles al compromiso de que, si tocan a uno, todos responderán, que si uno ya dijo que sí, tooooodooos también. Los tiempos que hoy vivimos son los de antes, los de después, los de mañana. Sin ninguna diferencia. Como quiera la noche está un poco más fresca y eso ya es ganancia. Falta muy poco para que se acabe este tinglado, y puede que, con esa simple acción, dejemos de mirar debates absurdos en que nadie sabe ni pronunciar su nombre, además que lo que un tiempo fue novedad, para estos momentos ni los que van en bola se interesan en mirarlos, mucho menos en escucharlos. Así que vendrán, así lo esperamos, tiempos por lo menos de tranquilidad, la que antecede a la tormenta perfecta, que algunos se adelantan a sostener no dejará títere con cabeza, ganas de nada, como no sea confirmar, paso a paso, que no eran pesadillas las que nos despertaban por la noche, sino realidades, absolutas realidades. Pero ya llovió, y eso es una gran ventaja.
Mil gracias, hasta mañana.
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