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Hidalgo
lunes, diciembre 22, 2025

Whisky

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Memento

“Cuando ya no sirven las palabras, cuando se ha 
rajado la  ilusión, me emborracho con whisky
barato, a ver si me escuece el corazón”
Whisky Barato – Fito y Fitipaldis

La palabra “whisky” proviene del gaélico escocés uisge beatha, que significa literalmente “agua de vida”. Uisge quiere decir “agua”, y beatha, “vida”, palabra que a su vez deriva del latín vita. Con el tiempo, la expresión se fue acortando hasta quedar simplemente en uisge, que los hablantes del inglés transformaron fonéticamente en usky y, más tarde, en whisky. Los monjes que destilaban granos en Irlanda y Escocia durante la Edad Media llamaban así a la bebida que obtenían, convencidos de que tenía propiedades curativas. No era solo alcohol: era una sustancia viva, un fuego líquido que preservaba y purificaba. Con el tiempo, se fijó la diferencia ortográfica entre whisky (Escocia, Japón, Canadá) y whiskey (Irlanda y Estados Unidos).

Ya en una colaboración anterior hablé del alcohol de manera general, pero hoy quiero hablarles de una de esas bebidas espirituosas. La historia sobre mi gusto por el tequila y el pulque tendrá su espacio aparte.

James Bond, en los libros de Ian Fleming, bebe Scotch and Soda (whisky escocés con soda). Es su bebida predilecta. En algunas películas, también se le ve bebiendo whisky a secas. Se dice que Ernest Hemingway hacía lo mismo, aunque disfrutaba de muchos otros licores. Se rumoraba que podía beber hasta un cuarto de galón al día, y que el whisky era una de las pocas cosas que le daban placer, un compañero constante de su trabajo como escritor. Hemingway creía que el alcohol ayudaba a soportar la rutina de escribir y a “hacer fluir las ideas por otro plano”.

Estos dos ejemplos sembraron en mí la idea de que el whisky debía saber bien si se tomaba solo con soda. Así que comencé a pedirlo de ese modo. Pero de morro, beberlo así no fue sencillo: es un gusto que se va forjando. Lo más corriente que he hecho es agregarle limón, a lo Hemingway. Pero, pero, pero… ¿de eso a beberlo con Manzanita? Hay un largo trecho. Soy una persona corriente, sí, pero con dignidad.

Mucho de lo que tengo de bebedor es culpa de mi madre. Imaginen conducir cuatro horas —mínimo— escuchando a José Alfredo Jiménez. A uno le da sed de la peligrosa, de esas que no se calman con agua, sino que exigen agua de vida, whisky. 

Un día, gracias al buen Amaury, conocí el Jack Daniel’s Honey. Desde entonces, esa bebida me ha acompañado en muchas ocasiones. Si algún día me quieren consentir, esa es una buena idea. Aconsejo mucho colocar unas fresas congeladas en un termo, añadir el whisky solo y dejar que se mezclen el mayor tiempo posible, el líquido tomará la esencia de las fresas, y ellas se permean del elixir. Creanme hasta hoy nadie me ha contradicho.

La conseja de hoy:

El whisky, como la personalidad de algunas personas —como yo—, no es para todos. No por soberbia, sino porque solemos ser directos, rasposos, con cuerpo; no tan dulces, pero cálidos y fuertes.

Como diría yo: “Es cierto que el whisky mejora con la edad. Cuanto mayor me hago, más me gusta”.

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