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lunes, diciembre 30, 2024

Siete metales que mueven el mundo

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Si pensamos en un metal, probablemente nos venga a la mente una barra de hierro gris, sólida, resistente y dura; pero los metales son mucho más que un grupo de elementos químicos “buenos conductores del calor y de la electricidad, con un brillo característico, sólidos a temperatura ordinaria, excepto el mercurio”, como los definen los diccionarios.

La historia de los elementos metálicos y la de la Humanidad están entrelazadas estrechamente y “conocer los metales es tanto como conocernos a nosotros mismos. Redescubrirlos, no solo nos abre las puertas a las entrañas del pasado, la cultura y la naturaleza humanas, sino también a la de su futuro”, señala el científico e investigador Álvaro Martínez Camarena.

Asegura que “todas las disciplinas humanas, desde la política, la religión y las supersticiones hasta la medicina, la historia, la tecnología y el arte, están conectadas entre sí y que uno de sus puntos de unión más importantes es un grupo de metales que nos acompañan desde que dimos los primeros pasos como especie”. 

Martínez Camarena es doctor en Nanociencia y Nanotecnología y profesor de Química Inorgánica en la Universidad Complutense de Madrid; ha recibido diversos premios por su trayectoria académica y de divulgación científica, y es autor del libro ‘Historia de los metales que cambiaron el mundo’. 

Nuestra civilización tiene alma de metal

Siete metales de la Antigüedad (oro, plata, cobre, plomo, estaño, hierro y mercurio) han determinado y determinan, la forma en cómo vemos, entendemos y representamos el mundo, mientras que otros (las ‘tierras raras’) son determinantes para nuestro futuro, al ser imprescindibles para el desarrollo tecnológico y energético, según explica en una entrevista con EFE.

Profesor universitario de Químicas, Álvaro Martínez Camarena. Foto: Almuzara.

— En su libro señala que el oro es sinónimo de poder y lo han utilizado la mayoría de las religiones. ¿Por qué ocurre esto?

El doctor Martínez Camarena responde que el oro es uno de los metales conocidos desde la Antigüedad, que se caracteriza por tener unas propiedades fuera de lo común. 

“Es el único metal capaz de resistir cualquier condición a la que lo queramos someter (siempre y cuando no lo metamos en un reactor químico, desde luego), y además no se oxida, ni pierde el brillo, ni se corroe”, según explica.

Por otra parte, “es un metal muy bello, con un color y una luminosidad fuera de lo común; y que además es muy raro de encontrar”, puntualiza.

Señala que “el poco oro que hay en la Tierra probablemente vino de una lluvia de meteoritos que tuvo lugar hace unos cuatro mil millones de años”. 

“Estas propiedades físicas y químicas, además de su condición de recurso escaso, han hecho que desde muy temprano casi todas las religiones vinculasen este metal con la divinidad”, señala.

Portada de ‘Historia de los metales que cambiaron el mundo’. Foto: Almuzara.

— También señala, en su obra divulgativa, que la agricultura ecológica utiliza sales metálicas para evitar plagas en los cultivos. ¿En qué consiste esta utilización?

Martínez Camarena señala que “es bastante desconocido hasta qué punto los metales juegan un papel crucial en la biología en general, y en el funcionamiento de nuestro organismo en particular”.

“Hay miles de tipos de proteínas y sistemas biológicos que dependen por completo de metales como el hierro, el cobre, el zinc o el níquel, pero estos mismos elementos pueden ser tóxicos en cantidades ridículamente pequeñas para otros organismos, de igual forma que el mercurio lo es para los humanos”, asevera. 

Este científico pone como ejemplo el caso del cobre, que “es muy útil en nuestro metabolismo, entre otras cosas para eliminar compuestos tóxicos que pueden producirnos graves daños, como las conocidas ‘especies reactivas de oxígeno’”. 

Explica que el cobre es un metal esencial para las personas y que resulta tóxico solo en concentraciones relativamente altas.

“Sin embargo, para una gran cantidad de bacterias, hongos y demás organismos responsables de la generación de plagas en los cultivos, este metal es tóxico casi en cualquier concentración”, puntualiza.

“Es por ello que en parte de la agricultura ecológica se usa este metal como ‘plaguicida natural’, aunque también hay que decir que su uso está desaconsejado, porque puede contaminar los acuíferos (masas de agua subterráneas) y causar problemas ecológicos mucho mayores de los que su uso pretende solucionar”, señala este especialista.  

Forjado tradicional del hierro. Foto: Albert Stoynov/Unsplash.

— Ha comentado que ciertos metales están detrás del gran interés que han mostrado un ex presidente estadounidense, China y las fortunas de Silicon Valley en conquistar Groenlandia, que es un páramo de hielo y nieve. ¿Por qué están tan interesados?

“Es que bajo el suelo de esta isla del ártico se esconden los mayores yacimientos de ‘tierras raras’ por explotar que existen en nuestro planeta”, señala Martínez Camarena. 

Explica que estas ‘tierras raras’ son una serie de metales estratégicos que resultan imprescindibles para el funcionamiento de nuestra tecnología, así como para la transición energética y para la transformación encaminada a una economía sostenible y digital en la que nos hallamos inmersos”. 

“Estos metales son esenciales para que funcionen las turbinas de los aerogeneradores, los motores de los vehículos eléctricos (coches, autobuses, trenes), los equipos de resonancia magnética de los hospitales y los ‘smarphones’”, según enumera, recalcando que ninguno de estos sistemas podría funcionar sin ‘tierras raras’. 

“Por si fuera poco, algunos de los grandes consumidores de dispositivos eléctricos, como los países de la Unión Europea, apenas disponen de yacimientos de donde obtener estos metales, por lo que el control de las minas de ‘tierras raras’ es de suma importancia a nivel geoestratégico”, puntualiza.

— También ha desvelado en sus investigaciones que el cobre fue capaz, por sí solo, de dar fin a algunos periodos de la historia humana. ¿Cómo se produjo este fenómeno?

Martínez Camarena señala que “el cobre ha interpretado un papel protagonista en la historia de la humanidad, especialmente durante ciertos periodos de la prehistoria”. 

“El descubrimiento de este metal y de algunas de sus aleaciones, como el bronce (cobre con estaño, en la mayoría de los casos), produjo cambios profundos en las sociedades prehistóricas, a nivel tecnológico, social y económico”, apunta.

“Con cobre y bronce se produjeron útiles de una calidad mucho mayor, desde armas hasta clavos y agujas”, según este experto. 

Pero la transformación fue mucho más profunda, porque “al crearse la metalurgia se produjo una especialización del trabajo y un incremento de las diferencias sociales dentro de los grupos, y además aumentó el comercio entre territorios y pueblos separados por grandes distancias: entre aquellos que disponían de yacimientos de cobre y estaño, y quienes necesitaban de estos metales”, añade.

— En su libro vaticina que otro de los metales considerados ‘preciosos’, la plata, se convertirá en nuestra herramienta clave para vencer a las pandemias del futuro. ¿Podría explicarlo?

Martínez Camarena  señala que “aunque la solemos ver como un metal ornamental, la plata se ha utilizado desde muy antiguo con fines médicos”. 

“Por ejemplo, los médicos aprendieron, a mediados del siglo XIX, que si las heridas de las operaciones se suturaban con hilo de plata, tenían una menor probabilidad de infectarse. De hecho, su uso con esta finalidad continúa hasta hoy en día”, señala. 

Destaca que “la plata se continúa usando en el material hospitalario, el cual en muchos casos está hecho o recubierto de este metal, desde catéteres intravenosos hasta apósitos para úlceras, instrumental quirúrgico y sondas vesicales. Y también está presente en los propios sistemas de purificación del agua para eliminar las bacterias Legionela”. 

“Todo esto tiene que ver con una propiedad peculiar de la plata: su capacidad de eliminar las bacterias. Ahora, esta característica se está estudiando como herramienta para combatir con  partículas de plata extremadamente pequeñas (nanopartículas), una de las amenazas futuras más preocupantes de nuestra sociedad: las superbacterias”, concluye.

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