MEMENTO
Memento, imperativo del latín meminisse y significa «recuerda«. Usado para saber que algo debe mantenerse en la memoria, ya sea algo personal, una advertencia o una lección. Usada con elegancia filosófica en la frase memento mori que significa «Recuerda que vas a morir”, más allá de lo rudo que puede comprenderse en un primer vistazo, de manera filosófica y coloquial es algo así como un «wey, relájate, nada es para siempre». La frase usada por los fans del Estoicismo servía para mantener la humildad y la perspectiva, recordándole a la banda que, al final, todos terminamos igual: polvo y recuerdos. En este arte del Estoicismo he aprendido a existir de una manera más tranquila, viviendo el Aquí y el Ahora sin dejar a un lado la responsabilidad de las consecuencias de mis actos.
Si no han visto Memento, la película de Christopher Nolan (llamada Amnesia en México), se las recomiendo bastante, creo que les gustará mucho. La vi hace más de veinte años, y desde entonces me quedó la idea de tatuarme cosas para no olvidarlas. Mi primer tatuaje fue bastante romántico: son fechas que ayudan a recordar detalles muy puntuales de mi existencia. Aún así, cuando se lo mostré a mi madre no me libré del clásico “Mejor ráyate la cola”.
Hace unas semanas alguien me preguntó por un tatuaje en especial y, por primera vez se me fue la onda, el rayón está hecho en código morse, y no solo no pude recordar el significado, sino que al intentar recordar el código, no pude hacerlo, ya solo veía rayas y puntos, no me fue sencillo recordar el significado hasta que vi otro más arriba y recordé que compartían el mismo significado, ya solo pude pensar: “chale, tenía razón mi jefecita, sino iba a recordar qué significaba, mejor me hubiera rayado la cola”.
Mi memoria falla cada vez más, de por sí no es buena, mucho menos con la edad, las broncas, los desvelos y los problemas, ese conjunto de detalles no ayudan. Hablando de películas hace tiempo vi dos: “Por siempre Alice” y “Memoria infinita”, ambas giran en torno a cómo las personas viven con Alzheimer, esa enfermedad tan comentada coloquialmente cuando olvidas si cerraste la casa, con un: “Ya te dio el alemán”. La primera lo aborda desde una perspectiva Hollywoodense, que, si bien no es mala, romantiza un poco la situación; la segunda lo toca de forma más cruda a manera de documental, dándonos una visión del cómo lo vive un familiar. Pues entre la pérdida de memoria y el Alzheimer tengo dos miedos que se han vuelto perennes, tan solo ayer dude alrededor de diez minutos si era o no Toñito quien estaba en la fila a unos quince pasos de mí, hasta que él me saludó.
Muchas de las tardes que compartí con mi Abuela estaban destinadas al chisme, a compartir con ella recuerdos y las noticias cotidianas de la cuadra, era un ejercicio sano para ella y algo muy entretenido y divertido para mí, afortunadamente ella se fue sin padecer ese tipo de complicaciones, muchas otras sí, pero al menos esas nel. Eran charlas terapéuticas para ambos, ella ponía en práctica su memoria, mientras yo aprendía de sus errores y sus aciertos.
La memoria es un tesoro compartido: la nuestra, la de quienes nos rodean y la de quienes nos precedieron y quienes nos sucederán. Contemos historias, recordemos juntos y así evitaremos escuchar un “Mejor te hubieras rayado la cola”.
La conseja de hoy: trata de aprovechar los recuerdos, tanto propios como ajenos, divulgar conocimiento a través de las experiencias, cuentos, leyendas, anécdotas o en la columna de un periódico.
Agradezco mucho al Diario Plaza Juárez por el espacio para compartir mis pensamientos. Ojalá siga aquí por mucho tiempo. Y gracias a ti, por regalarme un poquito de tu vida al leerme y darme un lugar en tu memoria. Porque al final, recordar es otra forma de existir.