PIDO LA PALABRA
Al paso de los años he aprendido que la verdadera democracia se debe dar en un armonioso equilibrio entre la libertad y el orden y que cualquiera de los extremos llevados a su máxima expresión siempre será perjudicial, es decir, el exceso de orden se convierte en dictadura y el exceso de libertad nos lleva primero al libertinaje y concluye en la anarquía.
En México, vivimos todavía en un estado de derecho, con leyes, si bien es cierto muchas de ellas no responden a las necesidades de la sociedad, también lo es el hecho de que contamos con un sistema que nos permitiría crear a través de nuestros representantes todas aquellas leyes que beneficien a las mayorías, dentro de un clima de tranquilidad que el país necesita y por el que muchos dieron su vida.
En nuestro País la misma ley nos permite y señala el procedimiento para acceder a la forma de gobierno que decida la mayoría, y crear, modificar o derogar sus leyes si así conviene a la misma sociedad, sin necesidad de machetes o amenazas de alerta roja. Por ello, veo con preocupación que este estado de derecho esté siendo violentado por intereses manipuladores.
Reflexionemos sobre lo que está pasando y nos daremos cuenta que todo esto es solo el resultado de nuestra inconsciencia política, esa misma inconsciencia que nos ha llevado a aceptar chalecos o gorras con la imagen de los que después nos dan la espalda con sus acciones y que, no obstante, los seguimos apapachando como nuestros salvadores.
Todavía está en nuestras manos el cambiar la situación imperante si miramos a los derechos fundamentales expresados en la Constitución; ¿Cómo? Exigiendo a quienes nos representan que hagan lo que le conviene al pueblo y no a la casta sagrada de los políticos, pero cuidándonos de no transgredir los límites establecidos en el mismo documento constitucional.
Los partidos pretenden sacar provecho de la situación, pues cada posición política está cuidando sus intereses que no son los del pueblo; por ello pregunto: ¿dónde han estado aquellos que en los momentos cruciales de la historia reciente se les ha necesitado? Algunos de ellos apoyando la iniciativa mediante la estrategia dormilona de los “levantadedos”; otros, fingiéndose enfermos y desapareciendo momentáneamente para no verse involucrados y después cobardemente sacar la cabeza cuando todo ha terminado.
De este estado de cosas todos tenemos un poco de culpa, incluyendo a la sociedad misma, pues, aunque se diga hasta el cansancio que el pueblo no se equivoca, creo que la mayor equivocación es no definir nuestra postura en las urnas permitiendo que una minoría decida por nosotros.
También los legisladores tienen mucho de culpa al no asumir su verdadero papel de representantes del pueblo y sí de sus partidos políticos, y no me refiero solo a los legisladores federales; también los legisladores locales deben ponerse el saco hecho a su medida, pues es sabido que algunos solo asisten a la Cámara y hacen como que legislan, sintiendo que su sola presencia es más que suficiente para que el pueblo les agradezca su gestión.
Y qué decir de la culpa de los Partidos Políticos, creados a imagen y semejanza del líder en turno, por lo que en este punto yo cuestiono: ¿y su doctrina política donde quedó? ¿Los ideales que le dieron origen y sentido a su Institución a dónde se fueron? Es simple, es lamentablemente simple, los Partidos Políticos sujetan su estrategia a las necesidades de una persona y no a los principios fundamentales de su Organización.
¿Qué sobra? Políticos de pacotilla; ¿Qué falta? Conciencia ciudadana. En Hidalgo, como en el resto del País, puedo asegurar que deseamos estabilidad política y social, pues ello nos llevará a vigorizar la estabilidad económica necesaria para la creación de empleos. En nuestras manos está el definir el tipo de vida que pretendemos, vayamos construyéndola desde ahora, exigiendo derechos, pero también cumpliendo obligaciones, señalando la ineficiencia, pero también proponiendo acciones de beneficio y crecimiento social.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está