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viernes, abril 25, 2025

Política educativa alimentaria: vive saludable, vive feliz

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A finales de diciembre de 2024, el gobierno de Claudia Sheinbaum presentó, a través del secretario de Educación, la estrategia nacional para que niñas, niños, adolescentes y jóvenes del sistema educativo nacional accedan a una alimentación saludable y una vida feliz. En este marco, el secretario de Educación, Mario Delgado, declaró: “ya no se permitirá la venta de comida chatarra en las escuelas”. Sin embargo, la estrategia y su declaratoria parecen poco calculadas en sus efectos exitosos, debido a la fuerza de la realidad: no basta con prohibir, y promover no equivale a garantizar.

La estrategia nacional no es tan nueva ni improvisada: se fundamenta en el Acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación el 30 de septiembre de 2024, en la constitución, en la Ley General de Educación del 2019, en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del 2014 y la Ley General de la Alimentación Adecuada y Sostenible, publicada el 17 de abril de 2024.

Esta última Ley contempla como objeto de acción “la promoción, protección, respeto y garantía del derecho a la educación alimentaria” (Disposiciones Generales, Capítulo I), al gobierno como el encargado de desarrollar políticas para garantizar una alimentación adecuada (Título Segundo, Capítulo I). Sin embargo, el compromiso queda diluido desde el inicio: primero se promueve, y si hay recursos, eventualmente se garantiza.

En el ámbito de la política educativa alimentaria, precisamente la respectiva Ley (Título Segundo, Capítulo II) contempla varios temas clave. En primer lugar, establece el derecho de niñas, niños y adolescentes a recibir una alimentación adecuada en los establecimientos escolares de nivel básico, de forma gratuita o a precios accesibles, de acuerdo con los índices de pobreza determinados por el CONEVAL (artículo 16), organismo en vías de desaparecer.

Asimismo, la Ley contempla el impulso gubernamental para establecer esquemas eficientes de suministro, distribución y adquisición de alimentos y agua potable (artículo 17), así como la prohibición de lo que comúnmente conocemos como “comida chatarra”. Este mismo artículo señala que, en el caso de las instituciones de educación media y superior (incluidas las Universidades Autónomas), las autoridades deben promover el consumo de alimentos adecuados.

Además, bajo esta Ley (y decreto) se asigna a la SEP, a la Secretaría de Salud y las entidades federativas, la responsabilidad de fomentar programas, acciones y campañas permanentes de información y educación nutricional (artículo 18). El problema de este marco regulatorio es que se queda solamente en el plano restrictivo y no preventivo. Sumado a ello, el diagnóstico sobre el que se levanta la estrategia nacional contra “la comida chatarra” -que entró en vigor el 29 de marzo de 2025- es que la ingesta de ésta es la causa y provoca la obesidad infantil. Y bajo esta lógica, se asume que si se prohíbe el consumo de comida chatarra en las escuelas, el problema se resuelve. 

Pero, como lo advierte acertadamente Irma Villalpando (22 de abril, 2025), esto es un error porque se asume que el consumo ocurre solo en el ámbito escolar, pero en realidad, el consumo se produce en varios ámbitos (la familia, la calle) y en relación a diversos actores (la familia, los amigos). Por ende, la estrategia nacional es limitada en su implementación y su alcance. Las entidades gubernamentales, continúa Irma Villalpando, no cuentan con la capacidad técnica para vigilar el cumplimiento de la ley. Por tanto, esta responsabilidad recaerá, una vez más, en directivos y docentes. Los efectos que tendremos es que se va a recargar a estos actores una multiplicidad de funciones y en las escuelas todo seguirá igual o solo se simulará el cumplimiento de la norma. 

En suma, se requieren no solo regulaciones, sino políticas educativas alimentarias y de salud preventivas con programas federales y estatales de desayunos y almuerzos escolares efectivos, saludables y suficientes para combatir la malnutrición. Solo así podremos acercarnos, realmente, al ideal de una vida saludable y feliz para los niños y adolescentes de nuestras escuelas.

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