MEMENTO
“Ódiame por piedad yo te lo pido, ódiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido”
Ódiame – Julio Jaramillo
Odio proviene del latín odium, que significa aversión, antipatía intensa o enemistad. Este término latino, a su vez, se relaciona con el verbo odī, que significa odiar. En su raíz más profunda, odium se vincula con la raíz indoeuropea od- que implica sentimiento de disgusto o rechazo.
Existe una historia acerca de un “experimento” conductista. Cinco chimpancés están en una jaula. Hay una escalera y, en la cima, unas bananas. Cuando uno de los chimpancés intenta subir, los científicos mojan con agua helada a los otros cuatro. Eventualmente, cada vez que uno intenta subir, los demás lo golpean para evitar que los mojen. Luego, se reemplaza a uno de los chimpancés. El nuevo, al intentar subir, es golpeado por los demás, aunque no sabe por qué. Esto se repite hasta que todos los chimpancés originales han sido reemplazados. Al final, ninguno sube por las bananas, pero tampoco saben por qué; simplemente «así se hacen las cosas aquí». La neta es que no encontré alguna fuente al respecto, pero en este mundo parece muy real.
Odiamos a la gente en ocasiones sin razón, sino porque así nos lo indica algo o alguien. Para ello, unos ejemplos del tipo de odio que nos generamos hacia alguien:
Caso Antonio López de Santa Anna: lo odiamos por vender parte del territorio mexicano a los gringos, cuando en realidad no fue por gusto; prácticamente fue obligado a ello.
Caso Yaritza y su Esencia: odiamos a los hermanos músicos por tan solo expresar una percepción diferente a la de la mayoría. Les juro que este caso me parece el más incomprensible.
Caso Ángela Aguilar: la odiamos por ser —hipotéticamente— una rompehogares; se nos olvida el grooming que pudo haber ejercido Christian Nodal.
Caso Panini: Karla Luna denunció que Karla Panini había chapulineado con su esposo Américo Garza. Luna murió por cáncer en 2017, lo que incrementó el odio hacia Panini. Aquí sí está complicado encontrar alguna salida, sin embargo, podemos decir que quizá “triunfó el amor”.
Caso América F.C.: se dice que el club, durante años, había corrompido el arbitraje a su favor en muchos partidos disputados. Sería complicado comprobar o negar cada una de las acusaciones, sin embargo, es innegable que el club es quien más campeonatos ha ganado.
Por último, el Caso Malinche: la historia responsabiliza a la mujer por la caída de Tenochtitlan. De entrada, su nombre fue Malintzin. Fue regalada como esclava cuando tenía alrededor de 13 años, obligada a servir y obedecer a Cortés en todo: fue utilizada, explotada, violada y embarazada. Aun con todo esto, se le sigue estigmatizando, al grado de llamar malinchista a la persona que prefiere lo extranjero y desprecia lo propio.
Hace tiempo creí sentir odio por algunas personas, después de unas cuantas decenas de sesiones de terapia pude descubrir que más que odiar a alguien, sentía más desamor por mi persona, y es que: ¿quién en su sano juicio le puede dedicar tanto tiempo, energía y tiempo en odiar a una persona? El odio es aquel veneno que ingieres esperando dañar a otras personas.
Hoy en día solo odio a una entidad: Los Tuzos, en verdad me cae gordo el club, las razones serán descritas en una próxima entrega pues en esta ocasión se me acaba el espacio.
La conseja de hoy:
Odiar a alguien te ata a esa persona. ¿Para qué estar atado a alguien que te dañó? Suéltalo, mereces estar bien, con espacio en el corazón pa’ cosas chidas, no pa’ rencores putrefactos. Pues como diría Yoda: «El odio lleva al sufrimiento y el sufrimiento al lado oscuro”