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Nuevos tiempos en la política; con la soberbia no se juega

Javier Peralta
4 Min de Lectura

RETRATOS HABLADOS

En el ejercicio de la política, como casi todo en la vida, las victorias atraen, de manera casi inmediata, las lisonjas, los halagos, el reconocimiento de quienes califican al ganador, como líder de líderes. Los calificativos llegan a niveles superlativos, si el triunfo fue absoluto y asfaltó el camino legislativo para evitar traspiés en iniciativas de ley fundamentales para un sexenio que, de paso, cimentará futuras victorias morenistas en el Poder Ejecutivo.

Por el contrario, a quien perdió, al derrotado, todos los calificativos serán en sentido contrario, y será señalado, o señalada, como torpe, intolerante, presa de la ambición y sobre todo, presa de la soberbia por carecer de capacidad para escuchar.

Y ahí aparece la soberbia, lo mismo en el que ganó de todas, todas, y en quien perdió, de todas, todas.

La soberbia es el mal constante que aqueja a hombres y mujeres de poder, que de plano enloquece a los que, apenas ganada una alcaldía, ya se ven como segurísimos candidatos de su partido para la primera magistratura de Hidalgo. Y por supuesto que no lo habrán de lograr, si persisten en anteponer no la intolerancia, sino la soberbia absoluta a una imberbe carrera política.

En el ejercicio del poder siempre harán falta personas con experiencia, por supuesto de la buena, en las tareas políticas, capaces de entender que la competencia es eso, y no una guerra a muerte con sus adversarios. Que la política busca, ante todo, el talento para encontrar consensos, aun con quienes dejaron de ser sus parejas reales, por sus exiguas victorias. Que pese al “carro completo”, entienden que arriba del vehículo triunfador, van ellos, pero también van los otros, y los que de plano no dieron su voto a ninguno de los dos.

El gobernador, Julio Menchaca Salazar, sabe de los dos momentos fundamentales en toda persona dedicada a la política: de la derrota y la victoria. Y en la primera estancia, conoció, de primera mano, esos momentos en los que hasta los que se decían sus más cercanos, le daban la vuelta, porque darle la mano era como recibir el beso del diablo. 

Supo pues de las amistades convenencieras, primeras en saltar del barco, cuando el horizonte estaba plagado de nubarrones.

Sabe también que fueron también, esos mismos personajes, los primeros en treparse a la nueva embarcación, cuando todo empezó a presagiar un mar en calma, lleno de sol y prosperidad.

Ha sido un político profesional, y nunca no salió con la mala historia de que nunca lo había sido, como si esto le diera una buena carta de presentación, cuando siempre, lo sabemos, en los hechos un político inventado de la nada, da malos resultados.

El poder puede ser controlado, no dominado o domesticado, cuando quien lo ejerce es un hombre de experiencia en la materia, pero también de preparación académica cierta. Cuando detecta a la soberbia para ponerla a distancia, y por ese simple hecho sabe que de ninguna manera es infalible, que se puede equivocar, pero podrá corregir si sabe escuchar. Y escuchar no solo lisonjas, sino señalamientos claros.

En estos tiempos en que está por surgir una nueva generación de políticos hidalguenses, sería prudente que entendieran, ante todas las cosas, que por ese simple hecho no son, ni mejores, ni peores que quienes les precedieron. Simplemente deberán estar dispuestos al aprendizaje del antídoto contra el mal fundamental de sus tareas: la soberbia.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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