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jueves, noviembre 20, 2025

Movilidad, formación y carrera académica (parte II)

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A partir del siglo XX, los viajes de formación han sido sustituidos por la movilidad académica, la cual se ha consolidado como la cara más visible de la internacionalización de la educación superior. La movilidad académica se  promueve y valora como una experiencia que permite contrastar costumbres, valores y formas de vida. No obstante, esta visión suele ocultar que la movilidad opera también como una respuesta relativamente acrítica a las dinámicas de la globalización.

El libro reseñado la semana pasada, de Alcántara y Trejo (2022) —tuve un error al escribir que era de 2020—, apunta justamente hacia esa dimensión menos visible. A partir de su revisión, puede reconocerse que la movilidad posee finalidades y motivaciones más amplias de lo que comúnmente se reconoce.

La finalidad de la movilidad no se reduce a la vivencia cultural ni al aprendizaje de otros idiomas. Lo que expone la obra es que la movilidad académica, al menos la que se expresa a través de los sujetos implicados (estudiantes y docentes), está enfocada con fortalecer la formación profesional especializada.

Para los estudiantes, la movilidad tiene como motivación la formación académica y el prestigio individual. La obra lo expresa con claridad al señalar que el objetivo es “fortalecer la formación académica y de investigación de los estudiantes que asisten a las instituciones de educación superior de mayor prestigio y que, al retornar a sus países de origen, llevan una sólida preparación académica impartida por profesores con gran reconocimiento en sus disciplinas” (p. 13).

La movilidad académica estudiantil se manifiesta de diversas formas: estancias cortas (alrededor de seis meses) o largas (como en el doctorado) e incluso, para quienes consideran la carrera académica, se contemplan estancias posdoctorales. Entonces, la movilidad estudiantil no solo implica desplazamiento geográfico, sino la posibilidad de acceder a circuitos académicos de alta reputación, cuya experiencia influye directamente en la trayectoria de formación.

En el caso de la movilidad docente internacional, esta adquiere otro ritmo y otros propósitos. Predominan las estancias cortas, generalmente dirigidas a profesores de tiempo completo o con perfiles orientados a la producción científica. A pesar de su importancia, las cifras disponibles sobre movilidad internacional de académicos son escasas y fragmentarias, como señala la obra comentada, lo cual dificulta conocer con precisión su alcance o impactos.

Aun así, la movilidad docente internacional se ha convertido en un componente relevante de la trayectoria laboral, tanto por los incentivos institucionales como por las expectativas que recaen sobre la figura del académico.

Algo que revela la lectura de la obra es que la movilidad académica se ha convertido en una condición casi obligatoria tanto para estudiantes como para profesores. Su presencia en los currículos institucionales o individuales se interpreta como un signo de competitividad y actualización; su ausencia, como un vacío o una limitación. Esta tendencia invita a reflexionar sobre los alcances de la movilidad y sobre las condiciones institucionales que permiten o restringen su acceso.

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