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lunes, octubre 20, 2025

Mesero

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Memento

“Mesero, tráeme una botella, que ya quiero olvidar el nombre de ella, no quiero estar muriendo por su amor, mejor me muero ahogado en el alcohol”

Mesero – Galy Galiano

Mesero viene del sustantivo mesa (del latín mensa, “mesa, tablero, superficie para comer o escribir”) y el sufijo -ero, que en español se usa para indicar oficio, profesión o relación con algo (ejemplo: pan es a panadero, zapato a zapatero). Así, mesero literalmente significa “el que sirve en la mesa”. 

Creo que ser mesero es de las chambas más enriquecedoras y de las que más aprendizaje me han dejado. Había muy buenas oportunidades: de entrada, te pagaban, comías, a veces bebías y hasta llegabas a ligar. Sobre todo, conocías a las personas de tu mesa, cabe destacar que solo ejercía en eventos, no en restaurantes.

Mucho de lo que aprendí en ese tiempo lo sigo aplicando en mis empleos. Y no me refiero solamente a ser cortés -eso ya lo traigo en la sangre-, sino a muchos trucos que aprendí para agilizar mi trabajo. Aprender a leer un poco a la gente, recordar nombres y dirigirme a las personas por los mismos.

A decir verdad, en ese entonces no teníamos que atender tantas mesas como ahora. Hoy una sola persona debe encargarse de hasta cinco; a mí me tocaban máximo dos o tres.

Aprendí a respetar el esfuerzo de cada persona, a valorar lo que realmente significa que te sirvan, a poner tu vida -al menos al momento de alimentarte-  en manos de otro.

Antiguamente, los personajes de alto rango confiaban su vida plenamente en quien les servía. 

Muchas personas tenían razones o motivos para asesinarlos a través de un envenenamiento, por lo que era un privilegio enorme tener en tu séquito a alguien en quien pudieras confiar.

Según algunas reglas de etiqueta, no es correcto hablarle por su nombre al mesero. Sin embargo, a mí siempre me ha traído buenos dividendos, y procuro hacerlo. Evito de cualquier modo gritarle, chiflarle, pssttearle (¡cómo molesta ese psstt!), y peor aún, chasquear los dedos. En fin, si en algún momento tienen el privilegio de que alguien les sirva, trátenle con el mismo respeto con el que a ustedes les gustaría ser tratados.

La semana pasada acudí a uno de mis lugares preferidos y me dio mucho gusto encontrar a Faus, un amigo que conozco desde hace años. Fue un honor poder saludarlo y abrazarlo; un verdadero privilegio ser atendido por él. Es una persona sumamente cálida y extremadamente gentil. Creo que el afecto es recíproco.

Recordemos que, según algunos relatos, en la antigüedad -y muy probablemente aún en estos tiempos- las personas con poder depositaban toda su confianza en quienes les servían, pues esas personas se encargaban de la seguridad de los alimentos, desde la cocina hasta que llegaran a la mesa del patrón.

La propina no es únicamente para quien atiende la mesa, sino para todo el equipo que participa en el proceso. Pero en muchas ocasiones, por muy exquisito que sea el platillo, si la atención no es la adecuada, la propina no será tan generosa. De igual manera, hay veces que la comida no es la mejor, pero la atención recibida nos deja un mejor sabor de boca.

La conseja de hoy:

Procuren tratar bien a quienes les sirven, un poco -o mucho- por gentileza, y un tanto porque de la cocina a la mesa podría pasar un “ave” y depositar algo sobre su platillo. Y cómo diría mi amiga: “En la vida como el amor, un mesero te sirve bien el plato”.

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