PIDO LA PALABRA
En cualquier relación de trabajo el “buen trato” hacia el personal que presta sus servicios en la empresa es fundamental para tener un excelente clima laboral, en tal caso, los trabajadores se encontrarán comprometidos e involucrados en el crecimiento de su fuente de empleo; pondrán todo su esfuerzo y talento en beneficio de aquél que, además de ser su patrón, los trata como si fuesen sus amigos.
Cuando la gente se siente contenta en su trabajo tiene un mejor funcionamiento, pues su pensamiento está centrado en su actividad y no en la manera de evadirla para desquitarse de aquel patrón que no lo está respetando.
Por eso también tenemos el polo opuesto, a muchos patrones, tal vez pésimamente asesorados o terriblemente representados, quizá con tendencias intolerantes por ser los dueños del capital, les importa bien poco o nada la estabilidad emocional de sus trabajadores; piensan que la mejor estrategia para que éstos produzcan se reduce a un permanente empujar; presionarlos al borde de hacerlos sentir de qué lado se encuentra el poder, “El Príncipe” de Maquiavelo seguramente es su libro favorito, pues el poder no lo detentan, lo ejercen aún a costa de la humillación de quienes están produciendo la riqueza que él disfruta.
Algunos patrones dirán, en reflejo de su insensibilidad, que el trabajador no “colabora”, pues todo lo que hace le ha sido “pagado con su salario”; sí, tal vez, pero aún y con todas las prestaciones de ley, estas nunca serán suficientes cuando falta lo más elemental de una relación de trabajo: el respeto. Y que por cierto no tiene ningún costo monetario; el pagar a tiempo y no hasta que el trabajador lo solicite, además de una obligación, también es una forma de respeto.
Ante tales circunstancias, los trabajadores inconformes se preguntarán: ¿hasta dónde vale la pena partirse el alma por un sujeto que los coloca en el nivel de recurso sustituible?; y es en ese momento en donde surgen los conflictos laborales, pues los trabajadores buscarán, y siempre encuentran, la manera de fastidiar a aquél que no los ha sabido respetar; el patrón les exige lealtad a sus trabajadores, pero él no ha sabido reconocerles el esfuerzo que estos ponen diariamente en la consecución de los objetivo de la empresa; lealtad e ingratitud jamás podrán ir de la mano en la consecución de los objetivos.
La patronal se apoltrona detrás del argumento de que para eso les paga por sus servicios, pero tarde se dará cuenta que en una relación laboral, además del salario, también es indispensable la sana interacción de los factores de la producción.
¿Cómo hacerles entender a esos intolerantes patrones que el ser dueños del capital no los hace dueños de la dignidad de los trabajadores?, la conducta déspota y con tintes de perdonavidas de muchos de ellos, es lo que provoca el surgimiento de los movimientos sindicales, de hecho, los sindicatos tuvieron su origen en las actitudes explotadoras de los propietarios del capital.
De seguir bajo ese insensible esquema de relación laboral, los patrones estarán dando vida a la semilla de su decadencia; y en México lo último que necesitamos son luchas intestinas que eviten el crecimiento, en apariencia buscado por la cultura laboral, analizada con el estómago, y votada por disciplina institucional.
El contrato laboral también es un “acuerdo de voluntades”, y ambas partes se deben respeto, pues los dos son indispensables en el crecimiento laboral, pues de otra manera, si el contrato de trabajo es considerado solo como una cadena que únicamente favorece a la parte patronal o a los amigos de los representantes patronales, entonces se vivirá en un permanente conflicto de intereses en donde otros, la verdadera competencia externa, será la única que salga beneficiada.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.