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La luz del poder eterno, vestida de cambio generacional

Javier Peralta
4 Min de Lectura

RETRATOS HABLADOS

Los cambios generacionales son una constante en cada una de las actividades humanas, no se diga en la política, que, por supuesto implica poder y una intención siempre constante, que quien lo tiene en sus manos no quiera dejarlo, porque siente que, el poder, es de su propiedad y que lo ha ganado a pulso, porque ha construido un nuevo país, estado, municipio, colonia, caserío de entre sus cenizas, luego que manos irresponsables y corruptas, habían destruido todo, absolutamente todo.

Hasta hace poco, todos estábamos seguros que la única y real solución, remedio, pócima curativa para esa obsesión por eternizarse en un lugar, era la edad, es decir el tiempo, que de manera silenciosa pero definitiva, invitaba al obsesionado a tomar la barca del retiro, y en muchas ocasiones del olvido.

El terreno de lo político, de los poderes divinos, hace mucho que había sido regulado por la simple pero vital norma, de que no podría ser heredado en ningún sentido; que la época de emperadores y reyes había quedado, y con justa razón, en el olvido.

Porque sin el corto tiempo que el jefe de una nación logra abstraerse de sí mismo, para insistir que ya no se pertenece, y que es solo el pueblo su propietario, imagínese lo que pasaba con los que recibían, siempre por mandato divino, la responsabilidad de mandar hasta su muerte.

Una sociedad no es una empresa, para que nadie tenga la tentación de comprar una con otra. La empresa es propiedad de un grupo de personas, que pueden ser familiares o no, y que fijan las reglas a ser aplicadas, de tal modo que los herederos legítimos, con bastante regularidad, serán los hijos.

El problema es cuando un gobernante empieza a ver al país, estado, municipio o ranchería como parte de lo suyo, y por lo tanto deriva no en creerla una empresa, aunque por la forma como a veces a sangran a costa de sus “almas muertas”, pareciera.

Va más allá el asunto: tienen la absoluta seguridad de que, si ellos pertenecen al pueblo, luego entonces el pueblo también les pertenece con todo su pasado, presente y futuro. Están seguros que sin ellos todo se consumiría en el fuego de la voracidad, la ambición, la soberbia y vanidad, que por supuesto ellos no practican.

Y es cuando, visto que todavía les queda un resto de cordura, apuestan su herencia a un heredero no directo, un puente que pueda propiciar la construcción futura, pero no inmediata, del mundo, universo en que habrán de cristalizar, por los siglos de los siglos, el paraíso que solo un ángel investido en su santidad por él mismo, puede llevar a cabo.

Descubrimos entonces que estamos ante un cambio generacional, pero instruido y orientado por un ente con capacidades de omnipresencia, y sobre todo con la eternidad a su lado, porque ha dejado de ser mortal y, sin que nadie se diera cuenta, subió los últimos escalones que lo llevaron a la divinidad.

Es entonces cuando observamos que solo la sangre de los mártires, de la herencia pues, es la que construye nuevas monarquías, nuevas estirpes de emperadores, nuevos modos que justificarán por siempre, pero con nombres más ligados a la justicia social, la vieja y absoluta ambición por el poder; ese que ha existido desde el origen mismo de la primera explosión que dio vida a la luz que iluminó el nacimiento de todo.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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