RELATOS DE VIDA
El tráfico era insoportable, eran filas de carros esperando avanzar y buscando la mínima oportunidad para colarse en otro carril que les permitiera fluir en la circulación, pero los minutos avanzaban y las oportunidades no se presentaban.
Ya era tarde para llegar a la escuela y a los compromisos planeados un día antes, pero el día había empezado mal, primero con levantarse tarde y en consecuencia saliendo aún más tarde de la casa hacia los destinos que estaban previstos.
Los ánimos y las energías estaban muy bajas, la situación en carretera no ayudaba en mejorar el panorama, el silencio en el carro era sepulcral y en el ambiente los silbidos del claxon de los automóviles provocaban aún más caos del que ya había.
De momento un golpe alertó a todos los tripulantes, un motociclista no midió la distancia y golpeó el espejo lateral, rompiéndolo en su totalidad, para después seguir entre los carros, dándose a la fuga.
El trágico no permitió avanzar para alcanzarlo, ni tampoco hubo tiempo de gritar para que alguien lo detuviera, lo único que quedaba era mentarle en varias ocasiones a su progenitora, y esperar a que su imprudencia fuera pagada.
El tiempo siguió pasando y la circulación seguía lenta, cuando por fin pudieron salir del tráfico aceleró para alcanzar a llegar aunque sea a uno de los compromiso de la mañana, y en ese paso, más adelante encontró otro paro en la circulación, al percatarse de lo que había sucedido, encontró la motocicleta del prófugo tirada.
El conductor se estrelló contra un coche que le cerró el paso, en venganza porque metros antes, rayó su carro al no tener prudencia cuando pasaba entre los carros y tratar de ganarle al tiempo.
La motocicleta quedó inservible y el conductor sin lesiones, pero con la enseñanza que todo se paga, a veces en largo tiempo, pero en otras de manera muy rápida.