Memento
“En la sala de un hospital a las 9:43 nació Simón. Es el
verano del 56, el orgullo de don Andrés, por ser varón”
El gran varón – Willie Colón
La letra «J» es, en esencia, una «I» a la que se le añadió una cola en la escritura medieval para distinguir su uso consonántico del vocálico. Su nombre «jota» viene directamente de «iota», la letra griega. Es un claro ejemplo de cómo la escritura influye en la creación de nuevas letras.
En México circula el rumor de que, en el Hospital Psiquiátrico La Castañeda, existía un “Pabellón J” destinado exclusivamente a internar a personas homosexuales. La letra “J” se volvió referencia de “jotos”, el término popular que se usaba (y aún se usa) para designar a los hombres afeminados u homosexuales. No hay documentos oficiales que confirmen un pabellón formalmente llamado así, pero sí hay testimonios, crónicas y chismes que indican su existencia.
Hace años escuché a una persona decir: “Ya van a empezar con sus joterías”. En un principio no le encontré sentido, pues no conocía el contexto. Cuando pregunté la razón, comprendí que el hecho de que una persona homosexual intentara ligar con alguien era considerado una jotería, y no era bien visto; por el contrario, era juzgado y estigmatizado, a diferencia de si quien lo hacía era una persona heterosexual. La verdad, no comprendí la razón de esa discriminación. Al final no somos tazos para que nos volteen sino queremos hacerlo.
En “La Letra Escarlata”, una mujer que vive en una comunidad puritana de Boston, ha tenido una hija fuera del matrimonio, y por ese “pecado” de adulterio es condenada. Como castigo, debe llevar bordada en el pecho una letra “A” roja, símbolo de Adúltera, y vivir marginada de la sociedad. Sin embargo, en lugar de huir o esconderse, ella decide llevar la letra con dignidad, transformándola poco a poco en un signo de fortaleza, autonomía y compasión. Para ella, termina siendo un emblema de identidad: su propia “marca” en el mundo. Esta situación, a pesar de ser una novela, no se separa mucho de la realidad, pues aún ahora es más sencillo señalar a la madre soltera que se hace cargo de un hijo que al padre que huye de su responsabilidad. La metáfora de la reconstrucción del estigma —cambiar el símbolo del castigo por una bandera— ocurre de manera similar con la “J”: lo que fue burla se convierte en identidad; lo que fue encierro, en emblema.
Existe un capítulo en Los Simpson en el cual Homero J. Simpson descubre que su segundo nombre es solo “J.”, así, con punto, sin que nadie sepa qué significa (como durante mucho tiempo nos pasó con Francisco I. Madero). Intrigado, va al registro civil de Springfield para averiguarlo y ahí se entera de que su nombre completo es literalmente: Homero J. Simpson. La “J” no representa nada, simplemente es “Jota”. Cuando Homero lo descubre, exclama: “¡La J no significa nada! ¡Soy solo Homero Jota Simpson!”. La “J” es una letra vacía, sin significado… Lo que la sociedad le impone como absurdo, él lo llena de sentido. Un poco lo que pasa con la “J” de los “jotos”: una letra que empieza como burla y termina significando existencia propia.
A lo largo de mi vida he convivido con personas que cubren cada una de las siglas de la comunidad LGBTIQ+, y en cada una de ellas he encontrado varias constantes: dignidad, respeto, afecto, enseñanza, aprendizaje y resiliencia. Durante un tiempo quise ser “progre” presentando a una persona como: “Él es Fulanito, mi amigo gay”. Un día, él me comentó: “¿Has escuchado que yo te presente como Carlos, mi amigo heterosexual? No, porque tu preferencia no me importa; me importa que seas mi amigo”. Y ahí me di cuenta de cómo, a pesar de mi apertura mental, sin querer —o queriendo— le colocaba la letra escarlata, anteponiéndola a su persona.
La conseja de hoy:
Me considero una persona pansexual que siente atracción por personas sin importar su sexo o género. Que me enamore únicamente de mujeres es solo una coincidencia.
Tratemos a la gente como personas, sin estigmas, pues al señalar a alguien únicamente resaltamos nuestros propios prejuicios. Y como diría mi amigo: “Si el pedo no está en tu cola, no es tu pedo”.


