PEDAZOS DE VIDA
Hace tiempo comenzó el chirrido. Había sido una tarde calurosa, justo cuando el sol estaba por irse, dejando atrás un efímero cielo matizado en rosa, violeta y azul ultramar, el chirrido de los grillos se escuchaba cerca, luego con el paso de los días, se oyó más cerca y así hasta que me dio la seguridad de que estaba en una maceta ubicada frente a la casa.
Los grillos buscan refugio, alimento y agua. Quizá la maceta, con su tierra húmeda, se convirtió en el mejor lugar para que el grillo que se escuchaba por las tardes pudiera habitar. Sin buscarlo, tuve un inquilino que a cambio de casa me permitía escuchar su concierto, un sonido que para muchos resulta ser un ruido estridente y molesto.
Unos días después, el sonido tuvo réplica y a la residencia del grillo llegó una posible pareja (o es lo que pude imaginar). El segundo sonido, como el primero, comenzó a acercarse a la casa y de pronto se escuchaba igual de cerca. Así también, llegaron las primeras lluvias y los pasajes de tranquilidad en mi vida. Hubo algunas ocasiones en las que el aroma de la tierra mojada, el fresco de la noche y el sonido de los grillos acompañaron mi taza de café, entonces supe lo afortunado que era al tener esas experiencias sensitivas juntas.
Hace tiempo que los grillos dejaron de chirriar. La maceta pegada a la pared de tabique mantiene cierto calor, he observado que necesita un poco de tierra. La otra vez en la noche, acomodé las suculentas que tengo ahí, rasqué un poco en la tierra con la mano, y de pronto sentí haber tocado algo que brincó e hizo que un poco de tierra cayera al piso, por un momento pensé que había sido un sapo o una rana, pero al buscar en el suelo no pude observar nada.
Regresé la mirada a la maceta y pude ver entre la hojarasca, la pierna de una lagartija que pronto se enterró de nuevo, quizá los grillos encontraron una nueva residencia aunque no una donde pudieran seguir chirriando, o mejor dicho, la lagartija los encontró y deshizo su historia de cópula y canto.
La lagartija se ha acostumbrado a mí y yo a ella, no sé si es macho o hembra pero su nombre es Rocko, ahora se pasea por la barda que rodea el terreno de la casa, le gusta acomodarse en la pared de tabique y tomar el sol del mediodía, en la noche no veo a la lagartija pero sé que está ahí, enterrada en la maceta, y seguirá ahí mientras no llegue algún otro animal que la mire con ojos de lagartija cuando se encuentra algunos grillos.