Memento
“Fútbol llanero, fut callejero, juego de barrio, pura diversión, fútbol
esencia, fútbol con ciencia, aquí no hay violencia, pura diversión”
Fut Callejero (Pura Diversión) – Maldita Vecindad
Fútbol viene del inglés football; foot es “pie”, y ball equivale a “pelota”. Literalmente: “balón que se juega con el pie”. En español, en algunos lugares se tradujo como “balompié”, pero “fútbol” terminó imponiéndose. En la Edad Media, en Inglaterra, football se les llamaba a los juegos con pelota que se jugaban “a pie” (es decir, por la gente común caminando o corriendo), en contraste con los deportes “a caballo” de la nobleza. Con el tiempo, las variantes del football se fueron diferenciando: rugby football, association football (soccer), American football, etcétera.
No ahondaré en los mitos en torno al lado “oscuro” del Pachuca F.C.; solo comentaré que, se dice, Murillo Karam vendió el club a Jesús Martínez por una cantidad que, quizá, juntando varias tandas y haciendo una vaquita, hubiéramos podido reunir para hacernos socios. Núñez Soto donó terrenos y una fracción de la ex Hacienda de la Concepción para la Universidad del Fútbol, además de una parte de la Zona Plateada para la construcción de un hotel y un centro de convenciones. Osorio Chong, se cuenta, entregó lo que iba a ser el Museo de Arte Contemporáneo (hoy Salón de la Fama del Fútbol). El Grupo Pachuca ha capitalizado el uso del Estadio Hidalgo, así como de los demás inmuebles (Gota de Plata, Tuzo Forum, etcétera), un modus operandi que ha llevado a su gran éxito comercial, pues según un mito popular, hasta algunos impuestos eran pagados con balones. Todo esto es un chisme del cual no tengo datos, pero tampoco dudas. Existe una historia que me contó mi amigo Mariano: un equipo de Tepeji del Río, que ascendió de la tercera a la segunda división, cedió su plaza al Club Pachuca, dándole continuidad a la historia. Es decir, que la leyenda futbolística pachuqueña tiene un parche tepejano.
Mi rencor hacia el club nació un 25 de junio de 1995, en el Estadio Nuevo Hidalgo. Mi tío Arturo Germán A.K.A. “El Grande” nos llevó al estadio; no recuerdo del todo quiénes íbamos ni quién pagó. Trapasso, durante el tiempo regular, falló garrafalmente un penalti que le hubiera dado el ascenso a los Tuzos. Tras el yerro, la incertidumbre y el suplicio se alargaron. En un contragolpe orquestado por Atlético Celaya, el defensor Valenzuela hizo una marcación más que defectuosa; Amarildo, ante una pésima salida de Trucco, anotó el gol que, a la larga, le dio el campeonato de la primera división a los Toros del Atlético Celaya. No puedo olvidar el rostro desencajado de mi tío: una mezcla de tristeza y coraje por lo vivido. En su rostro se podían ver las lágrimas fruto de la frustración, de las esperanzas destruidas, del dolor de ver a su equipo caído y dejar ir el anhelado ascenso. No todo fue malo: gracias a ese ascenso pudimos ver a Hugo Sánchez, Míchel González y Emilio Butragueño (quien recibió una de las pocas tarjetas de su carrera) jugar en la Liga Mexicana de Fútbol.
Años después volví ver el rostro de mi tío nuevamente con lágrimas, la razón fue el primer campeonato en primera división de sus Tuzos en el marco del centenario de su fundación. Sin embargo, el rencor guardado hacia ese equipo blanquiazul no disminuyó en lo absoluto.
Soy americanista, no de los fanfarrones ni de los patanes. Mi afición nació en los ochentas con Ortega, Zelada, Aguirre, Tena, Zague, Bacas, Brailovsky, Farfán, Edú, Santos, etcétera. Soy respetuoso y procuro no burlarme de los demás equipos, un tanto por empatía y otro tanto porque no aguanto burlas y me prendo. Perder un clásico nacional contra Guadalajara o un clásico joven (que ya parece añejo) contra Cruz Azul no me afecta tanto. Me considero un americanista relax, pero saber que se perdió ante Pachuca me duele. Duele desde ese 5–0 en el Estadio Revolución, cuando Hugol tuvo el honor de volar aún más alto, emplumado con la casaca celeste y amarilla.
La conseja de hoy:
No se peleen por el fútbol; al final no vale la pena. Es tan solo un juego que deja de ser deporte cuando solo enriquece a unos cuantos a costa de las esperanzas y afecto que algunos aficionados le guardan. Y respecto a los Tuzos, como diría el Ratón Crispín: “Los odio, con odio jarocho”.