RELATOS DE VIDA
Estaba harto de estar en su casa, el día había estado fatal. Inició la mañana con retraso porque apagó la alarma y se alistó rápidamente para poder llegar a tiempo, y en esa apuración se le olvidó la cartera sobre el buró, y solo contaba con 100 pesos porque en la noche anterior los había dejado en el carro.
Al salir de prisa y meter velocidad al carro, se percató tarde de un cráter en la carretera, y al no poder evitarlo cayó estrepitosamente, lo que provocó que la llanta se ponchara, y tuvo que orillarse para hacer el cambio por la refacción, para luego continuar con su travesía.
Al llegar al trabajo, aunque describió la situación que tuvo con el carro, le indicaron que el retraso era muy grande y no podían hacer la justificación, por lo que le sería descontado el día, así que tenía la opción de retirarse del centro laboral.
Tratando de ser positivo, intentó atender los pendientes personales aprovechando que tenía el “tiempo libre”, pero al hacer la dichosa lista, recordó que no traía su cartera, y para todas esas actividades necesitaba dinero, así que lo mejor era regresar a casa y dedicarse a los quehaceres domésticos.
Una vez en casa, primero alistó la cama, después barrió, siguió con la trapeada y terminó lavando trastes. Cuando estaba por concluir, se le resbaló su taza favorita de las manos y cayó al piso, haciéndose añicos.
Del coraje, y recordando la locura de día que había tenido, decidió salir a correr un rato para despejar su mente y tranquilizarse. Al parecer lo estaba logrando: llevaba casi dos horas con el ejercicio, ya iba de regreso a casa, y a unos cuantos metros de llegar pisó la caca de un perro —para colmo, fresca— y se resbaló, para enseguida dar un azotón.
Se quedó tirado al menos unos cinco minutos, despotricando contra el mundo, dinámica que también le aligeró el enojo. Y justo cuando se estaba levantando, pasó una jauría y lo arrolló, cayendo encima de la caca que lo había tirado.
—¡¿Qué más quieres de mí?! —gritó, dirigiendo su mirada al cielo.
Se levantó y se fue a casa, y entre pena y enojo agradeció a Dios por el día, porque pudo haber sido peor.