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domingo, diciembre 22, 2024

El camino de la indiferencia: antes y ahora

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RETRATOS HABLADOS

El poema ha sido adjudicado durante años y años al dramaturgo alemán Bertold Brecht, aunque en realidad fue escrito por el pastor protestante Martin Niemöller, muerto en los campos de concentración del nazismo. Le pido que lo leamos:

Primero se llevaron a los judíos,

pero como yo no era judío, no me importó.

Después se llevaron a los comunistas,

pero como yo no era comunista, tampoco me importó.

Luego se llevaron a los obreros,

pero como yo no era obrero, tampoco me importó.

Más tarde se llevaron a los intelectuales,

pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.

Después siguieron con los curas,

pero como yo no era cura, tampoco me importó.

Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde.

Pocas veces la humanidad ha descubierto de manera tan directa los efectos directos de la indiferencia humana denunciada  por Niemöller, esa que siempre justifica: “en cuanto no afecte a mi familia o a mis seres queridos, no tengo por qué intervenir en algo que no es de mi incumbencia”.

Los que hoy mismo mueren víctimas de la violencia bestial desatada por el crimen organizado en nuestro país, los que se llevan una tarde cualquiera y aparecen muertos a la semana con claros signos de tortura, “será porque algo debían”, y luego entonces nada tengo que ver con ellos, y luego entonces no me importa.

Hace tiempo de la pandemia, llegamos a ¡un millón de mexicanos muertos!, y hoy mismo mantenemos la certeza de que, “si a los míos no les toca… tampoco me importa”. 

El enclaustramiento fomentó, en esos tiempos, el sentido de indiferencia a lo que no me afectara, con todo que formamos parte de una misma sociedad.

Nunca en toda su historia, México había caído de manera tan brutal en la espiral criminal de la indiferencia, en la que se construyeron fortalezas en las cuatro paredes de una habitación o una vivienda, por donde no pudo pasar nada que contactara con el exterior, “porque en tanto otros sean los se lleva la muerte, no me importa”, en un adelanto de lo que harán los otros si la muerte, vestida de virus o criminal, toca a mi puerta.

Hoy mismo creemos que la lucha por alcanzar las utopías de solidaridad humana son asunto perdido, y que lo que anticipamos como la extinción de la vida en sociedad implicaba la deshumanización para alcanzar la indiferencia absoluta, en la que llegamos a una existencia por la que estamos condenados a transitar sin ningún sentido, ante el crecimiento exponencial de la violencia a manos de la nueva pandemia que es el crimen organizado.

Pero no es así.

Hoy como nunca, y pese al miedo, debe reiniciarse el camino para buscar transitar por la democracia real, que implica la edificación de nuevas relaciones interpersonales fundamentadas en la tolerancia, el respeto, el diálogo y el reconocimiento mutuo de los derechos y responsabilidades.

Hay tiempo para rescatar el ejercicio de los elementos anotados. Siempre hay tiempo para que nunca seamos protagonistas de la tétrica escena que describe el texto de Niemöller: “ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.

Hace unos años los nazis llegaron vestidos de un solo personaje: la pandemia y la incapacidad para enfrentarla; hoy llegan con otros ropajes, pero todavía peores, dispuestos a pulverizar a quienes se atraviesan en su camino.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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