El camerunés Philémon Yang asumió este martes como nuevo presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, un cargo que se renueva anualmente en vísperas de la apertura de cada periodo de sesiones, que coincide con la Semana de Alto Nivel de la ONU, prevista este año entre el 24 y el 31 de septiembre.
Vestido con un ‘boubou’ blanco bordado, ropa ceremonial en todo el África Occidental, Yang recibió de manos del presidente saliente, el trinitense Dennis Francis, el mazo con el que se declara oficialmente la apertura y el cierre de cada sesión de trabajo, en presencia del secretario general António Guterres.
En su breve discurso al asumir el cargo, Yang, de 77 años, prometió «alinear (su) conducta con los intereses de Naciones Unidas, de acuerdo con la carta fundacional y el código ético, sin buscar ni aceptar ninguna instrucción sobre el cumplimiento de mis obligaciones por parte de ningún Gobierno ni ente ajeno a la organización».
Su primera sesión de trabajo tendrá lugar esta tarde, cuando se inaugure oficialmente el 79 periodo de sesiones de la Asamblea.
Yang, un experimentado político, fue durante diez años (2009-2019) primer ministro de su país, y previamente adquirió ‘tablas’ como diplomático en Canadá, país donde sirvió durante 14 años como Alto Comisionado de Camerún; además, presidía actualmente y desde 2020 el Panel de africanos eminentes de la Unión Africana (UA), organismo que supervisa el nombramiento de altos cargos en la UA.
La Asamblea General es el organismo donde se sientan en pie de igualdad los 193 estados miembros de Naciones Unidas. Aunque es un organismo sin poder ejecutivo -sus resoluciones no son vinculantes-, ha ganado en los últimos dos años cierto protagonismo por la parálisis en que se encuentra sumido el Consejo de Seguridad por culpa de los vetos cruzados a los que recurren las grandes potencias.
Gracias a un reglamento aprobado en 2022, cada vez que se produce un veto en el Consejo -y ha habido cuatro en el último año, todos impuestos por Estados Unidos y relacionados con la guerra de Gaza-, el tema va a la Asamblea General, donde el país que veta tiene que ofrecer sus motivos. Ese momento suele reflejar el desequilibrio de poder en el seno de la ONU, pues el país que veta se queda casi solo frente a mayorías aplastantes dentro de la Asamblea.