LAGUNA DE VOCES
Tal vez la única forma de comunicarme contigo es en las noches de lluvia, cuando por el lugar menos esperado fulmina la vista un rayo, y entonces se puede mirar tu mano, la que sostiene el universo y hace que los planetas sigan su camino en la profunda oscuridad que siempre hemos creído, existe allende nuestra tierra, La Tierra. Pero es tan corto el tiempo, tan lleno de malos presagios, que con bastante regularidad uno cierra los ojos, brinca por el bramido del trueno, y cuando niños acabamos escondidos atrás de la puerta.
Después de todo el único compromiso que hiciste con cada uno de nosotros, es que podamos volver a verte cuando sea el momento de irnos, así que no hay ninguna obligación tuya para atender las súplicas que existen a toda hora, en todos los lugares de este planeta, donde solo el amor, que sí existe, ha impedido que esta civilización se incendie a sí misma, consumida por su vocación para destruir todo lo que ponen a su paso. Pero así somos, de tal modo que tampoco elevo el grito al cielo, ni me extraño incluso. Así somos.
Algo me dice que la mejor forma de comunicarme contigo es a través de mis muertos, los de antes, los de apenas, los que vendrán, espero dentro de muchos, muchos años, porque luego a uno le agarra la tristeza cuando ve deshacerse el hogar que construimos a fuerza de presencias de hermanos, de papás, de cada una de las personas que amamos y que nos aman.
A veces hablo con ellos, es decir que les platico que aquí, donde estuvieron muchos años, hace falta su palabra para renombrar las cosas, y darle sentido a la vida cuando no lo encontramos, cuando se hace de una oscuridad absoluta la noche, y la lluvia es simplemente una visión poco clara del universo que creímos conocer de principio a fin, como cuando aseguramos que era posible caminar por las calles guiados por el tintineo de las estrellas.
Entiendo que, con toda seguridad, cuando por fin me entere del misterio más absoluto de la existencia humana, estaré en otro lugar donde interesará poco, o tal vez uno se olvide de todo para empezar de cero, y solo queden retazos de lo vivido, que después aparecen en sueños absurdos, como esos que con frecuencia tenemos, y nos dejan la certeza, que hablan de cosas importantes que no entendemos.
Ya es noche, por fin la lluvia bajó de 30 a 21 grados la temperatura en una ciudad que, de nacimiento, se condenaba a congelar a sus moradores. Así que esto es raro, porque ni el aire, ni nada, hace que la gente se esconda en sus casas, como en otros tiempos de parques solitarios, calles sin vida, plazas públicas olvidadas.
Todos buscamos dejar rastros de lo que fue nuestra existencia, no porque haya sido de biografía, no. Sí porque los ocuparemos, los rastros, para saber a ciencia cierta quiénes fuimos, si en un día de mayo del 2024, una noche de rayos, celebramos la vida, recordamos a nuestros difuntos, es decir a nosotros mismos, y así, asomamos la cabeza al jardín donde hay una fuente que no se cansa de borbotear el eterno suspiro por entender los recuerdos que brincan al pasto, decidido a volver a la vida, quemado de raíz en esquinas de sombra eterna.
Mil gracias, hasta mañana.
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