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Hidalgo
jueves, agosto 28, 2025

Disartria

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Memento

“Huevos con aceite, huevos 
con aceite y con jamón”
Huevos con aceite -Twisted Sister

Disartria viene del griego dys que es un prefijo que significa dificultad, anomalía o alteración. Y de arthron que se puede traducir como articulación o articulación de las palabras. En anatomía, también se refiere a las articulaciones del cuerpo, pero en este caso se aplica a la articulación del lenguaje.

Por tanto, disartria significa alteración en la articulación y se usa en medicina para describir un trastorno motor del habla debido a problemas neurológicos o musculares, donde la persona sabe qué quiere decir, pero no puede articularlo correctamente.

Hace tiempo escuché un chiste muy malo:

– Doctor, doctor, no puedo decir zapato

– Pero si lo está diciendo

– No, escúcheme: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, zapato y domingo.

Jamás le encontré la gracia.

La canción y el chiste que acompañan a la columna de esta ocasión no tienen mucho que ver, pero me parecieron un poco “ah doc”.

Existen muchas palabras que desconozco; de algunas, desconozco su significado, y de muchísimas no logro comprender su forma de empleo. Con anterioridad les he comentado que, por mi personalidad, se me dificulta comprender los dobles sentidos, y fue hasta después de leer el libro “Picardía mexicana” que logré entender muchas cosas.

Recuerdo a un conocido al que le decían “El Yetes”. Cuando preguntaba a los amigos en común el porqué de su apodo, no sabían qué contestar. Fiel a mi personalidad informativa (muy distinta a ser chismosa), le pregunté y su respuesta fue que, cuando niño, no podía pronunciar “dientes”, así que decía “yetes”, y por ello su sobrenombre. Quizá ustedes conozcan algunos apodos así de ridículos por la forma en que surgieron, ojalá pudieran compartirlos, pues son tan inesperados que resultan graciosos.

Hace poco descubrí que “estar mimita” significa estar dormido. Con anterioridad, una amiga me hizo saber que, según ella, “yayepeté” quiere decir “ya desperté”. Y así podría contarles múltiples palabras que he encontrado.

Ninguno de ellos tiene disartria, simplemente hablan como se les ocurre. Desde decir “chi” en lugar de “sí”, hasta una serie de palabras que para mí son ridiculeces…

Hace años tuve una discusión que incluso fue causa de enojo con uno de mis tíos; él les decía a mis hijos: “¿Quieres un chuchú?”, refiriéndose a un tren, y “vámonos en el caio”, en lugar de decir automóvil. Le pedí que por favor le dijera a las cosas por su nombre, que mis hijos comprendían perfectamente el español y hasta un poco de inglés, pero que no hablara con esas palabras porque quería que tuvieran un buen uso del lenguaje. Creo que “mamón” fue lo más pequeño que debió pensar de mí.

Hoy, muchos años después, mis hijos tienen un buen vocabulario, hablan lo mejor posible, pero, sobre todo, carecen de la necesidad de andar de ridículos diciendo “chi, yayepeté, ño, mimí mucho”. Y lo mejor: no le decían “pipi” a su pene.

No es por ser amargado —que, sí lo soy— es solo que puede existir una deficiencia en la comunicación al no poder interpretar palabras que para una persona pudieran tener un concepto distinto al significado literal. Así como terminamos diciéndole “bistec” al beef steak, “haiga” por “haya”, “tons” por “entonces”, y muchos ejemplos más, podríamos malinterpretar o no comprender el mensaje que algunas personas quisieran compartirnos.

Cuenta una leyenda que los españoles tienen ese acento por imitar el ceceo de un gobernante y no hacerle saber que era distinto. Prefirieron cambiar la forma de un pueblo y hablar como el gato Silvestre, antes que comentarle al rey su peculiaridad.

La conseja de hoy:

Hablen como les da la gana, al final la Real Academia de la Lengua tiene una puerta muy grande por la que pueden entrar muchas nuevas palabras o variantes de otras, solo cerciórense de que su mensaje sea comprendido. No me refiero solo a esas palabras ridículas, sino a la comprensión de lo que desean expresar. Y como diría mi compadre: “Habla bien o ¿tas tonto?”

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