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jueves, noviembre 13, 2025

De los viajes de formación académica a la movilidad académica (parte I)

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En los siglos XVIII y XIX, sobre todo en Europa, el viaje de formación era considerado una experiencia esencial para la educación de los jóvenes. En esos años de formación, los jóvenes emprendían un proceso de descubrimiento del mundo que iba más allá del desplazamiento físico, pues implicaba una serie de experiencias y aprendizajes vitales sobre el lugar o los lugares a donde iban: la geografía, la cultura y el dominio de otras lenguas. Pero, además, los viajes de formación también implicaban un proceso hermenéutico de reflexividad individual, de tal manera que el joven regresaba siendo otro, distinto.

Los viajes de formación estaban alentados y presentes en la filosofía y la literatura de los siglos referidos, y los podemos encontrar en los trabajos de Jean-Jacques Rousseau (El Emilio o de la educaciónSofía o los corazones solitarios); de Immanuel Kant (Pedagogía); y en Humboldt (Teoría de la formación del hombre).

Siglos después, en nuestro presente, los viajes de formación han mutado en lo que hoy conocemos como  movilidad académica. Una de las caras de la internacionalización de la educación superior es precisamente la movilidad académica, que consiste en el desplazamiento físico (aunque también puede darse de manera virtual) e involucra tanto a estudiantes —principalmente de posgrado— como a docentes que buscan consolidar su trayectoria académica. En otras palabras, los antiguos viajes de formación han tomado la forma moderna de la movilidad académica, nacional e internacional.

Este tema de la internacionalización de la educación superior, la movilidad académica y la migración altamente calificada es el que presenté en el XVIII Congreso Nacional de Investigación Educativa en la Ciudad de Monterrey. La obra que presenté es de Armando Alcántara y Alma Paola Trejo, titulada Movilidad y migraciones en contextos de la educación superior (UNAM, 2020). El libro está elaborado por especialistas en educación terciaria, colegas de diversas partes del país y de Europa.

De la obra llama la atención que, a nivel mundial, seis millones de estudiantes estén, en estos momentos, saliendo o entrando a un país distinto al de origen. Los países que más reciben estudiantes son principalmente aquellos más atractivos en términos académicos por la reputación de sus universidades: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania. También destacan Australia y España, que han convertido la movilidad estudiantil en un componente relevante de su economía y de su política educativa. En el caso de España, los programas académicos reciben cada vez a un mayor número de estudiantes, sobre todo latinoamericanos.

Para el caso mexicano, la obra señala que la movilidad estudiantil entrante ha crecido notablemente. Entre los factores que la explican se encuentran la oferta de posgrados de calidad (antes reconocidos en el PNPC), la posición de las universidades nacionales en los rankings internacionales y la disponibilidad de becas y apoyos, como las del CONAHCYT, las estancias posdoctorales, los Fondos de Cooperación Internacional (2014) o el Programa de Estancias Sabáticas (2015).

En suma, los viajes de formación buscaban el cultivo del espíritu y el conocimiento del mundo; la movilidad académica actual persigue la consolidación profesional y científica. En ambos casos, subyace la misma idea, desplazarse, pero el fin es distinto. 

cesar_garcia.org

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