RELATOS DE VIDA
Desde hace décadas, su única motivación, compañía y pasatiempo era observar la luna, enviar sus pensamientos, sus sentimientos, sus añoranzas, sus ilusiones, incluso sus preocupaciones y angustias.
Se había convertido en un ser nocturno, pues se la pasaba toda la noche, hasta entrada la madrugada, observando, pensando y a veces jugando, creyendo que esa gran pelota iluminada jugaba con él; y una vez que entraba la luz del sol comenzaba la hora de dormir, al final de cuentas no tenía mucho que hacer.
Dentro de las cosas que charlaba en su mente con su amiga, eran los años felices en los que salía y jugaba con los niños, esos que hace décadas habían crecido y salido de la casa, para regresar solo en ocasiones, aunque ya no con la misma energía o ganas de hacer algo divertido.
Esos años en los cuales era bastante activo, salía todas las mañanas y noches a caminar y dar una vuelta por el vecindario, o de cuando se iba de viaje a un lugar distinto que el hogar y lo dejaban correr a rienda suelta.
También cuando lo dejaban dormir sobre la cama, sobre todo en aquellas ocasiones en donde el clima no era el adecuado, y lo desbordaban de cariños para que se portara bien y se sintiera protegido.
Además cuando le daban premios cada vez que aprendía un truco, o no hacía destrozos, o avisaba si algo sospechoso pasaba en la casa, y también aquella vez que protegió al más pequeño de la casa de una rata intrusa.
Todos los recuerdos le fueron repetidos constantes veces a su amiga la luna, pero ella no se aburría y mantenía su luz, por eso le gustaba entablar esa charla en su pensamiento, y también muchas veces le pedía con esperanza que esas alegrías regresaran a su vida.
Esa noche y ya entrada la madrugada culminó como todos los días, con la entrada del sol y su preparación de las cobijas para después de unas vueltas, recostarse sobre ellas y dormir durante el día.
Sin embargo, apenas habían pasado algunas horas, cuando el sonido de muchas voces lo despertaron, se puso en pie rápidamente y se mantuvo alerta con la vista puesta en la entrada.
Con algo de duda y listo para atacar si era necesario, observó cómo varias personas, entraban a la casa y eran recibidas con alegría por sus humanos, aunque le costó trabajo descubrir quiénes eran los visitantes, finalmente supo que eran esos niños con los que jugaba hace décadas, pero con cambios visibles en la cara y en el cuerpo.