Memento
“Pongámonos de acuerdo, ¿nos vamos a querer o ahí la vamos a dejar? ¿O de nuevo aparentar que aquí no ha pasado nada?..”
Pongámonos de acuerdo – Julión Álvarez
Acuerdo proviene del latín accordum, que es una forma sustantivada del verbo accordare, compuesto por ad, que es una preposición que significa “hacia”, y cor, cordis: “corazón”.
Así que, originalmente, «acuerdo» significa “hacia el corazón” o “poner los corazones en armonía”. La idea central era la de una sintonía emocional o afectiva, y con el tiempo, pasó a significar conformidad de ideas, intenciones o voluntades entre dos o más partes. Curiosamente, tiene una raíz común con “cordial”, “concordia”, “discordia” y “recordar” (que viene de re-cordis, “volver a pasar por el corazón”, pero esa será la palabra de la siguiente semana).
Podemos decir que un acuerdo es lograr llegar a una misma sintonía alrededor de algo, este proceso no resulta sencillo. Coordinar varias voluntades para actuar de una manera similar es cada vez menos fácil en un mundo en el que acostumbramos ser menos cooperativos y en el que nuestra forma de pensar nos aleja de los otros.
Un acuerdo, literalmente es un vínculo entre corazones, por lo que romperlo en muchas ocasiones, nos lleva a distanciamientos o a grandes disgustos. Tengo en la memoria dos películas: “Propuesta indecorosa” e “Historia de un matrimonio”.
En “Propuesta indecorosa”, una pareja joven que atraviesa una crisis económica es tentada por un millonario que les hace una propuesta: un millón de dólares a cambio de pasar una noche con ella. La noche ocurre y fractura su relación. Eventualmente, la pareja se separa. Al final, la pareja, fortuitamente, se encuentra en el muelle donde se conocieron, no dicen mucho, solo se miran y toman de la mano. En la trama se pueden visualizar dos grandes acuerdos rotos, el primero: la lealtad al interior de la pareja, una vez flexibilizado este, se rompe el segundo: que es la confianza después de la noche indecorosa. No es un final completamente feliz, muestra cómo un desacuerdo puede agrandar las grietas de una relación, pero también cómo nuevos acuerdos pueden sanarla.
“Historia de un matrimonio” retrata el fin de una relación de pareja. Al principio, ambos dicen que quieren un proceso amistoso, pero pronto todo se complica. Lo que iba a ser una separación razonable se convierte en una guerra emocional y legal. Ambos sacan lo peor y lo más vulnerable de sí. Finalmente, el divorcio se concreta. Todos conocemos historias de matrimonios que suelen ser un calvario por falta de un acuerdo de separación que busque ya no beneficiar a una parte, sino afectar lo menos posible a los involucrados.
A veces, basta una mirada para estar de acuerdo. Otras veces, ni mil palabras bastan para lograrlo. No en pocas ocasiones hemos llegado a algún lugar vistiendo alguna prenda o color similar a los demás, y repetimos la frase: “hasta parece que nos pusimos de acuerdo”. Parece tan sencillo lograr coordinarse, pero para llegar a un acuerdo hay que estar dispuesto a negociar, saber que algo puedes perder y ganar, sobre todo que hay una voluntad para llegar al mismo, así como reconocer las ventajas y desventajas del mismo. Y, por sobre todas las cosas, saber que romper un acuerdo puede significar romper el vínculo que unía dos corazones.
Ponerse de acuerdo no es solo ceder; es también comprender. Implica voluntad, empatía, humildad y, a veces, valentía para no ganar con tal de no perder al otro.
La conseja de hoy:
Un acuerdo no es solo un papel o un apretón de manos. Involucra la voluntad de las partes, y el valor que cada uno le demos a nuestra palabra. Es una promesa que hace el corazón con la esperanza de no romperse. Y como diría mi abogado: “Más vale un mal arreglo, que un buen pleito”.