RETRATOS HABLADOS
El próximo 16 de octubre, Miguel Ángel Granados Chapa cumplirá 14 años de haber muerto. Hombre memorioso y de una cualidad única para el análisis político, siempre intentaba mirar todo con objetividad, incluso su propia existencia. Por eso, cuando le pregunté en una de las últimas entrevistas que pude hacerle aquí, en su tierra, de qué manera deseaba ser recordado, simplemente dijo que, con suerte, pasados los años, estaría en la memoria de su familia, de sus hijos, no más, porque la realidad es así.
Puede que tenga razón, porque para los jóvenes periodistas de estos tiempos, existen pocos o nulos elementos para recordarlo, y solo en los que ya rebasamos los 60 años y nos acercamos a la edad de las pensiones del Bienestar, es un referente vital de la maestría para escribir una columna diaria en los impresos más importantes del país de ese entonces.
Nacido en Real del Monte, y no en Pachuca, como algunos insisten, el 10 de marzo de 1941, Granados Chapa es parte fundamental de la historia del periodismo en México, y un personaje central de las mesas de redacción, que siempre encabezó, porque no solo dominaba el área editorial o de análisis, sino la tarea cotidiana de seleccionar del “Budget” las notas de portada, contra y prácticamente de cada uno de los periódicos donde laboró.
Personaje de todas las madrugadas en el UnomásUno de ese entonces y después de La Jornada, también de ese entonces, donde fue boicoteada su llegada a la Dirección General, el periodista hidalguense sabía que el camino real para contribuir a la construcción de un mejor periodismo era la preparación, la lectura, la capacidad permanente del asombro, la academia como estudiante y profesor.
Alguien me comentaba que nunca vio a Granados Chapa sin llevar un libro en las manos, una cantidad enorme de folders con documentos que leía ávidamente, y un eterno reflexionar sobre lo que escribiría. Siempre estuvo porque la información periodística cimentara certezas, y estuvo en contra de un subgénero hoy conocido y en boga, de la “nota comentada”, que pasó a ser elemento esencial de los “trascendidos”.
Hoy, cuando las columnas de todo tipo abundan al por mayor, y el impreso corre riesgo real de extinguirse, resulta sano recordar algunas premisas fundamentales del periodista hidalguense le transcribo el decálogo que hizo para periodistas. Creo, es la mejor forma de recordarlo:
1.- Nunca escriba o diga algo de una persona que no se le pueda decir a la cara.
2.- Combata la ambigüedad: no insinúe, no exagere, no minimice. Elija una postura y defiéndala. Un juicio no depende de la complicidad del lector sino del apego a la verdad.
3.- Use las palabras precisas, no sólo por la riqueza del lenguaje sintético sino para lograr exactitud en lo que uno quiere decir.
4.- Evite los lugares comunes, la vulgaridad y la falsa familiaridad con los entrevistados.
5.- Construya su propia opinión, aunque no coincida con los demás, y sobre todo, si coincide con los demás.
6.- No se ponga usted mismo en el centro de la noticia.
7.- No haga juegos de palabras ni sorna con el nombre o la apariencia de una persona.
8.- No aspire a recompensas materiales, no acepte regalos que puedan significar un soborno, ni siquiera los más pequeños. Hay que practicar una extremada ambición ética, aunque parezca una soberbia de la virtud.
9.- Considere los fenómenos en su larga duración y en toda su anchura.
10.- Encuentre el camino o hágalo.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
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