RELATOS DE VIDA
Era muy conocido por los habitantes de la colonia, quienes evitaban pasar por ese lado de la acera para no sufrir de un espanto por el ladrido o en el peor de los casos, una mordida.
El canino de nombre “Valiente”, dominaba esa esquina que está frente a la tienda de Doña Rosita, habitaba en un terreno baldío enrejado para evitar la entrada de personas ajenas a la propiedad.
En el espacio de terreno, el famoso perrito por su cara de pocos amigos, contaba con dos baldes, para el agua y otro para la comida, además de una casa de madera, de esos productos especiales para los caninos.
La mayor parte del tiempo, Valiente se entretenía ladrando a los que pasaban y si el espacio se lo permitía, lograba agarrar a uno que otro con su dentadura; y en el resto hacia excavaciones.
Un día, después de llevarle agua y comida, el dueño dejó la puerta entreabierta sin fijarse, y el perruno se dio cuenta del hecho hasta que corrió para ladrar a un peatón, y acto seguido, para salir a corretear a un perro que lo había visto feo.
Fue tanta la adrenalina de correr para alcanzar a un perro, que cuando se detuvo, no reconocía donde se encontraba, comenzó a olfatear y seguía avanzando para poder dar con su hogar, del que nunca había salido.
Al cabo de unas horas, con la desorientación y hambre por la corredera, lo valiente de su nombre desapareció, se sentía desamparado y temeroso, las rejas que lo protegían ya no estaban, tampoco su casa y menos sus trates para agua y comida, se refugió debajo de una camioneta y se dispuso a dormir.
Al otro día, los ladridos de una jauría lo despertaron, pero seguía escondido debajo de la unidad, hasta que una voz conocida lo llamó a salir, era su dueño que llevaba una vara en la mano para ahuyentar a los perros que se le acercaran, y desde muy temprano salió para buscarlo.
Una vez en su hogar, la valentía de su nombre regresó a su cuerpo, se pavoneaba y corría a un costado de la reja para ladrar a los peatones, y a unos cuantos perros.