LAGUNA DE VOCES
Lo que distingue al ser humano en cualquier circunstancia, es que mantiene la esperanza de que algo bueno vendrá a la vuelta de la esquina pese a casi cualquier circunstancia. Acostumbrado a navegar por el universo sin destino alguno, busca a toda costa encontrarle sentido, porque así fue concebido desde el vientre materno, y recibir la primera luz de la existencia, afirma que es la prueba definitiva de que lo bueno está a la vuelta de la esquina, aunque a ciencia cierta, nunca sabe dónde queda ese misterioso lugar que tanto ánimo le otorga.
Sin embargo es así, y por eso nunca se cansa de explorar, de subir y subir en el espacio, o bien caer porque no hay puntos claros de arriba o abajo, porque sabe, bien que lo sabe, que sin ese milagro que es la paciencia para esperarlos, estaría perdido de manera irremediable.
Sabe también que esa esperanza, al final de cuentas era el amor, y por eso se agarra con todas las fuerzas del alma cuando lo encuentra, siempre una sola vez en la vida, nunca con posibilidad alguna de volverse a repetir. Igual que cuando sale del vientre materno, ve la luz, la única luz real después de ver el mundo con ojos de recién nacido, para volver a nacer por obra y gracia del reencuentro consigo mismo, porque al final el acto amoroso es eso, un reconocerse en otra persona.
No sucede siempre, a veces nunca, pero de todos modos camina y camina con los ojos abiertos, casi espantados, porque el brevísimo espacio de tiempo que pasa en esa tarea, con regularidad lo deja así, espantado a la vera del camino, sin rumbo, sin nada en las manos.
Por eso la humanidad se nutre de otros seres humanos que confunden el amor con el poder de ordenar que todos sean felices porque así lo decidió, y por supuesto que no es verdad.
Mirar el cielo nocturno cuando hay poca contaminación luminosa, nos hace entender que la única magia real a la que todos tenemos acceso es esa: el amor. Y no es cuestión de repetir tantas veces la palabra, para que se haga realidad, se convierta en en los ojos de una mujer, y así surja de nuevo la esperanza.
Tampoco de buscar como locos.
Es más asunto de paciencia, de no perder la atención necesaria para distinguir esa luz, igual que en el firmamento aparece una galaxia nueva y única, que de repente se convierte en la que ilumina un cielo oscuro.
Todos los días decidimos caminar con la vista puesta en el piso, en un ánimo poco edificante de vivir simplemente. Apenas se alza la vista, puede distinguirse lo nuevo del camino, los rastros del tiempo que a veces se conduelen para llevarnos a la mujer amada, al amor pues que todos hurgan entre restos de estrellas que es el polvo del mar.
De tal modo que el ser humano sí, está claro, es el único que tiene esperanza de sobrevivirse a sí mismo a través del amor.
Debe ser cierto.
Porque de otro modo no se entendería nada de nada.
Así que por principio de cuentas mire rumbo al cielo. A ras de piso no aparece nada. Sí en los cielos.
Se descubrirá con la capacidad para saber que era cierta la profecía, y que en cualquier momento, distinguiría la felicidad, la única en toda la vida, que le aclarará que siempre es bueno tener paciencia, creer, creer y mucho, porque tuvo la confianza suficiente en la magia de la existencia humana, que, por supuesto, vale la pena.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta