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Hidalgo
miércoles, enero 15, 2025

Una iglesia que desaparece y aparece

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LAGUNA DE VOCES

El hecho fundamental, es que había perdido tiempo precioso en la búsqueda de información que confirmara que la desaparición de una iglesia tan grande, como había sido la de La Asunción, no había sido asunto de la histeria colectiva o producto de alguna intoxicación colectiva. Sin duda era absurdo asumir que ya no estaba en su lugar, porque apenas hacía unas semanas que se le veía sin ninguna sospecha o presagio de que se esfumara, tal cual ocurrió, y todavía más, ante cientos de testigos, a los que se sumaron más y más, hasta que ahí, a la vista de todos los que quisieron darse cita, se hizo nada.

No era invención de nadie, ni alguna técnica moderna para hacer que nadie viera lo que seguía en su lugar. Simplemente dejó de estar en esa esquina, y aun cuando al principio, nadie se dio cuenta de que algo faltaba, poco a poco, y siempre con la intervención de algún niño ajeno a los prejuicios, se dio la alarma de que había desaparecido.

Algunos empezaron a jurar que escuchaban gritos de desesperación por parte de feligreses que se habían quedado encerrados, quién sabe dónde, al término de la misa de ocho de la noche del domingo, que se oían las campanas que daban vueltas para alertar por algo que se supone pasaría.

Y sí, algo se escuchaba, pero de su origen era imposible encontrarlo, porque el lugar estaba vacío, sí, vacío, y eso era todo. Pasa que un doctor en asuntos físicos, apuró la explicación de que los templos de culto siempre debían correr esa suerte, porque se llenan de tantas oraciones y cantos, que se colapsan en sí mismo y se convierten en nada, absolutamente nada.

Nadie le quiso hacer caso, pero en cierto sentido puede que tuviera razón, y que la única y verdadera vocación de esos lugares, era nutrirse de todo tipo de confesiones, tristezas, lamentos, una que otra sonrisa, para después colapsar en sí misma y comerse todo, hacerlo nada. Por eso es que podrían explicarse este tipo de casos.

La Asunción sin embargo no apareció. Pasó mucho tiempo sin que nadie diera con algún rastro de lo que fue la iglesia famosa de la ciudad, donde hasta un héroe de Independencia, trabajó de párroco.

Hasta que alguien topó con pared, aporreó un portón de madera gigante, y escuchó el grito claro de quien se había quedado encerrado, a media nave de la embarcación, que había sido mitad para construir la iglesia. Algo que dejó más confundidos a los que estaban por encontrar alguna explicación.

Y apareció, de la nada, de un terreno baldío.

Cuando todos la vieron, siguieron su caminar por las calles aledañas. “¡Ah, la iglesia ya regresó!”.

Y sí, ahí estaba.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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