PEDAZOS DE VIDA
El rayo cayó en el campo y desde lo lejos vio cómo aquél árbol fue devorado por las llamas, al inicio se quedó pasmado, luego, cuando ya no había remedio le habló a su madre, el calor les iluminó el rostro y luego vino el frío de muerte. Se apagó la hoguera y quedaron mudos, sabían lo que significaba la pérdida del sagrado ser que con sus hojas tantas veces les dio la medicina.
Con el frío que hace durante el invierno en la montaña es difícil dormir, y más si el fogón que calienta la cabaña se queda sin leña. Rápidamente se apresuró a salir por la madera, eran como 20 metros de la casa a la troje donde tenían almacenado el combustible y otros enseres, apenas regresó a tiempo, nuevamente el calor se hizo adentro y mamá Eulalia dejó de toser.
Apenas agarró calor y volvió a dormir, sintió cómo el fuego del árbol comenzó a reavivar, y así presenció la forma en que las flamas consumieron todo a su paso, nuevamente el cielo se iluminó con el relámpago, el trueno fue impresionante y con él la tormenta que apagó el fuego que le había dado calor a todo.
Entonces se levantó del lecho, cerró la ventana por la que se había colado “el chiflón”. El sonido de la lluvia le hizo hizo recordar aquellos momentos en los que mamá Jacinta le daba un jarro con café y leche, ese que sabía a canela y que acompañaba con un pedazo de bolillo, sin mantequilla ni mermelada, sólo un pedazo de pan para que lo remojara y no se lo comiera duro.
Una lágrima se hizo presente y con esta se abrió la puerta para que el río atravesara la pendiente de carne que hay hasta la barbilla, no sin antes humedecer la comisura de los labios. Así regresó a su posición fetal, se cobijó nuevamente y volvió a mirar en la carta del tarot, el imponente rayo que atraviesa todo y origina una nueva realidad.
Al despertar, en medio de un charco de sangre estaba mamá Jovita, su rostro mantenía una mueca de terrible dolor, la mitad de su cuerpo estaba quemado a tal grado que había pedazos de carne cocida por todas partes como si hubiera sido arrastrada en un comal gigante…
Otra vez había sucedido y como siempre, no había nadie más a quien culpar. Se sirvió un poco de agua, enseguida vomitó y después de todo esto comenzó a limpiar.