UN ADULTO RESPONSABLE
“Yo siempre he querido usar la palabra ávido
en una frase, pero nunca ávido la oportunidad”
Un tweet de antaño
Extraño y añoro mis grandes momentos como lector empedernido, cuando rara vez me podían hacer levantar la vista de un texto que me agradaba, quizá así pasa cuando creces, pierdes el poder de concentración; quizá sea cierto y la culpa de todo la tiene el celular; quién sabe, lo que sí es que ojalá sigamos leyendo lo que nos quede de vida, pues nos hace bien y es la forma de comunicación que más trasciende fronteras (o pregúntale a todos los gamers).
El otro día veía la película “Corina” (que ahora está en Amazon Prime) y me sentí dichoso de saber que me dedico a lo que siempre me gustó, leer. Siendo editor de este periódico he tenido la obligación (y muchas veces, también el gusto) de leer a más de 200 personas, cada una con su estilo particular de escritura y su forma de ver el mundo, y me he quedado sumamente sorprendido.
Hay demasiado talento allá afuera: hay gente que puede transmitir un montón de sentimientos con unas cuantas líneas; algunos estiran la liga de la nota informativa para dar a conocer su opinión con los hechos y otros tantos aprovechan otras formas de géneros periodísticos para hacer magia con sus palabras. Recuerdo, por ejemplo, recientemente a quien escribió una breve reseña de José Mujica y otra del Papa Francisco cuando la muerte los alcanzó, simplemente era imposible no emocionarse.
Y es que recorrer el camino de la edición literaria ha sido un orgullo y un gran privilegio. Aunque cada uno de mis maestros me impulsaron a usar el lenguaje con propiedad, siempre agradeceré el hecho de toparme con la “profa” Alina, que daba la clase de “Corrección de estilo” de una manera fantástica, en la carrera correcta para mí.
Algo habrá tenido que ver que en mi familia, de ambos lados, ha habido siempre maestras y maestros, y que en cada casa a la que fui en mi infancia, hubo siempre libros.
Seguro el hecho de que leí indiscriminadamente cada libro que me llegó a las manos en mi juventud fue formando el camino de mi vocación.
Y tal vez el que mi padre sea un gran fanático de los crucigramas y ninguno haya podido vencerlo hasta ahora me hicieron decantarme por esta bonita rama de la Comunicación.
Por eso hoy que tengo oportunidad de honrar a cada una de las personas que de alguna forma me impulsaron a llegar hasta donde siempre quise, lo hago sin empacho, pues aunque no los nombre, ustedes saben que forman parte de lo que soy.
Y con humildad también reconozco que me falta un largo trecho por aprender, que para nada estoy cerca de la perfección, que he cometido errores y que seguro seguirá habiendo “dedazos” en los textos que corrija, pero a la par está la promesa de que me seguiré preparando, que seguiré leyendo y poniendo lo mejor de mí en esto que más que mi trabajo, se ha convertido en mi mayor predilección.
Gracias infinitas a aquellas personas que confían en lo poco o mucho que sé y que dejan en mis manos sus textos para que yo pueda no sólo leerlos, sino empaparme de un cachito de su mundo, un pedazo de su corazón.
Nota: ¡Dios bendiga a todos los editores literarios! Muy especialmente a aquellos que le vieron potencial a los textos que hoy son parte del imaginario colectivo.