En un campo de fútbol sala apenas a cuatro kilómetros de los suburbios beirutíes más castigados por las bombas de Israel, el barcelonés Paco Araujo entrena a un grupo de niños con su pasión habitual, mostrando una resiliencia que dice haber aprendido de los libaneses durante sus 13 años en el país.
«¡Cuatro defensas contra mí, pero no importa! ¡Soy Supermán, soy Messi!», regaña sarcástico desde la banda a una de las pequeñas promesas. Paco no deja de dar instrucciones y de moverse de un lado para otro durante el partido. Hasta 30.000 pasos en una sola mañana de entrenamientos.
Llegó al Líbano en 2011 para entrenar a la selección nacional de fútbol sala, algo que hizo hasta 2020 con algunos periodos en Catar, Kuwait o Canadá; y ahora da clases de fútbol a más de 70 niños libaneses, acompañándoles en su carreras deportivas.
«El domingo pasado fue cuando me incorporé al trabajo. Me acuerdo que me contactaron varios padres de niños del año 2017 y me dijeron ‘¿’coach’, mañana entrenamiento, no?’. Y yo pensé, ‘¿cómo va a haber entrenamientos, si esta noche ha sido horrible de bombas?’ «, comenta a EFE.
«Pero claro, cuando ves que hay niños que tienen 6-7 años y que los padres los traen con la motivación de seguir, y de dejar un poquito de lado lo que está pasando. Pues ni me lo pensé y vine», agrega Paco tras finalizar con su último grupo del día.
Quedarse
Cuando España envió sus primeros aviones para evacuar ciudadanos del Líbano, el ex seleccionador tuvo «clarísimo» que se quedaba, aunque reconoce que la campaña de bombardeos israelíes iniciada hace tres semanas ha traído consigo experiencias difíciles.
«Hubo días muy duros, mucho bombardeo de noche y de escuchar desde aviones, hasta drones, hasta explosiones (…) Y en ese momento piensas ¿he hecho bien en quedarme?», relata.
Sin embargo, «muy, muy, muy, muy fea» se tiene que poner la cosa para que Paco se vaya de un país donde dice sentirse muy respetado, además de «muy valorado» por los padres de sus jugadores.
Ahora solo entrenan en este campo en Hazmieh, a las afueras de Beirut, ya que el otro donde solían trabajar en el extrarradio de Furn el Chebbak está pegado a los suburbios del Dahye, que Israel bombardea a diario con fiereza.
A estas dificultades se une que muchos niños se han ido del país, otros se han desplazado con sus familias a zonas más seguras lejos del «barullo de Beirut» y muchos no acuden a los entrenamientos por miedo.
Sin embargo, Paco está motivado a seguir adelante
Cuenta que lo ha aprendido de los propios libaneses al verlos renacer de sus cenizas tras sufrir los efectos colaterales de la guerra en Siria en 2011, atentados, las protestas masivas de 2019, la crisis económica de los últimos cinco años o la explosión de 2020 en Beirut.
«He aprendido de ellos el cómo levantarte. El como pasas por muchas dificultades, pero sigues y continúas», comenta.
«Si estamos en plena guerra, con bombardeos aquí a 4 o 5 kilómetros, y estoy aquí trabajando, es porque he cogido un poco ese espíritu y esa mentalidad que tienen ellos», indica.
Gratitud
A veces, los chiquillos le preguntan por qué en España es más fácil triunfar en el fútbol.
Paco sabe los efectos que las crisis concatenadas han tenido en los pequeños «a todos los niveles», desde el escolar hasta el deportivo. Incluso en lo puramente futbolístico, las competiciones están paradas en el país y no descarta que siga así todo el año.
«Pero ellos siguen, y tienen ese deseo y esa ilusión de convertirse en buenos jugadores. De ir a Europa, y jugar en el Barça, en el Madrid, en el Atlético de Madrid», asegura el entrenador.
Con su perseverancia, el barcelonés no solo les ayuda a acercarse un poquito más a esos sueños, sino que también les regala un trocito de normalidad en tiempos de guerra.
Mientras observa el entrenamiento de su hijo desde el banquillo, Mohammad Fajor destaca a EFE cómo el deporte ayuda a los pequeños a encontrar «un poco» de normalidad en momentos en que hasta los colegios están cerrados.
«Estamos muy agradecidos porque se ha quedado a pesar de todo, cuando todo el mundo se fue. Por supuesto, le ofrecieron irse con el Gobierno español, pero se ha quedado aquí y aún está entrenando. No se ha perdido ningún entrenamiento», sentencia.
Nazek Tabbara Abu Zaher, madre de otro jugador, también se deshace en halagos sobre Paco y coincide en la importancia de los entrenamientos para los niños, aunque ahora al suyo le queda a media hora en coche tras haberse vistos desplazados por los ataques israelíes.
«No queremos parar incluso en la guerra, no queremos que sientan que no estamos bien o no estamos seguros. Tenemos la esperanza de un Líbano mejor», concluye.