LAGUNA DE VOCES
No atino a pensar, si el sentimiento que me provoca la muerte del esposo de la señora Mary, que durante muchos años se encargó de preparar los alimentos para los que trabajamos en el periódico, me provocó, además de mucha tristeza por la precaria salud que ella misma padece, un sentimiento que, a estas alturas de la vida, siempre va ligado a la fugacidad de nuestra existencia.
Nunca lo conocí, pero enfermó de repente hace menos de un año, de cáncer, y este martes dejó de existir en su tierra natal, Real del Monte. Así, de repente, sin darle tiempo siquiera a sorprenderse, a preparar lo que todo futuro difunto entiende que debe preparar.
A ciencia cierta no sé, quiero pensar que usted que me lee tampoco, lo que me apuraría a considerar para ese momento postrero, y que con bastante regularidad tiene que ver con el dinero: que si para pagar el velorio, el entierro y el lugar del entierro; el costo de todo el proceso de la enfermedad antes de partir, si se tuvo la ocurrencia de ir a un hospital privado; los correos dirigidos a cada una de las personas de las que deseamos despedirnos de la mejor manera, la cancelación de todas las tarjetas de crédito y deudas que se tengan con los bancos, con la sonrisa gozosa de que, por fin, algo le bailamos a esos malandrines que nunca dejaron de fastidiarnos en vida… En fin.
Seguramente por todo lo anterior resulta complicado ponerse a dar por finiquitada cada una de las acciones que comprometimos cuando aún respirábamos, y mejor cerrar los ojos para que se hagan bolas los deudos, peleen con los de las instituciones crediticias y no olviden mentarles su madre, porque con toda seguridad los intereses (que ni Trump) gustan de aplicar en sus préstamos, han sido responsables de miles de muertes.
En el caso del esposo de la señora Mary, deseo de todo corazón que no haya dejado más deudas que las de algún crédito sencillo, y que no haya sido ni con Coppel, Elektra, y mucho menos los goteros colombianos.
Seguramente lo que más le preocupaba a la hora decisiva, era que su esposa está muy enferma también, pero en la perspectiva que ofrece la despedida final, el otear lo que ya es desde el marte su nuevo horizonte de existencia, le habrá tranquilizado.
Estoy seguro que la mayor parte de los que se mueren marchan con tranquilidad, en paz, porque la mayor parte de los seres humanos dejan amor, mucho o poco, pero dejan amor, y eso les otorga cierta inmunidad contra el dolor.
No es así, no debe ser, para la gente miserable que asesina y mutila a otros, que los tritura, que los quema en hornos. No es así, no debe ser así, para los que, obsesionados por el poder, tampoco dudan en hacer lo mismo con el ciudadano común y corriente, porque están cegados por esa ansia loca y absurda de mandar, mandar y mandar. No es así, no debe ser así, para los que han fincado sus riquezas en el dolor ajeno, en creer con absoluta certeza que se llevarán algo de lo que acumularon en su miserable existencia.
Pero para el esposo de la señora Mary, de Real del Monte, estoy seguro que habrá encontrado consuelo al terrible dolor de su enfermedad, y los mismos que lo hayan recibido, reconfortarán a su familia, les darán esperanza de que todo esfuerzo para ser buena persona con otra, siempre es reconocido.
Además, ser difunto en un lugar como Real del Monte, asegura por muchas razones una siguiente vida entre neblina, que baja con sus almas a mirar y guiar el camino de sus deudos.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta