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Hidalgo
martes, septiembre 30, 2025

Un camino simple

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LAGUNA DE VOCES

Todos los días caminamos en medio de escenarios que seguirán ahí cuando nos hayamos ido. El pavimento que pasa debajo del puente, las banquetas al lado del deportivo, la delegación del Seguro Social, de lo que aún queda del Poder Judicial, puestos de comida que tendrán que tocar retirada ante la construcción de locales donde tal vez se instalen si la renta no es tan alta, y el camino donde todos buscan estacionar su automóvil con la esperanza de que no les rompan los vidrios o los espejos retrovisores.

Pero la mayor parte de lo que no tiene vida estará muchos años, los suficientes para que un día seamos ausencia permanente, y luego recuerdo lejano y finalmente nada, soplo que de tan ligero nadie notará. Cada ser humano se va con sus historias donde un instante fue personaje principal, para después transformarse en un desconocido que nadie puede reconocer, porque la esencia de la vida es simplemente conocer el trayecto, enamorarse del diminuto camino que conduce a la sensación de que sí, ha valido la pena.

Aprendí por fin a disfrutar el clima frío de Pachuca, entumirme cuando cada mañana salgo a correr, porque de alguna manera uno le huye al tiempo, con la seguridad de que un día decida reconocernos, concedernos un pase de libertad condicionada, para que asumamos que con sumar distancias de dos años en que dimos vueltas y vueltas al pequeño deportivo, tendremos los  kilómetros suficientes para ir y regresar a la luna.

El clima pachuqueño es remedio infalible para la vejez, porque anima las mañanas, algunas, no todas, con un sol resplandeciente, se diría la primera pócima al alcance de todos, y de quedarse dormido para luego salir apurado al trabajo, mejor ganarle horas al día y correr como alma que lleva el diablo (es un decir, pero para los de edad, con trotar simplemente se siente como ir encaramado en un bólido).

Después en la Ciudad de Todos los Climas, se asoma la lluvia, y las nubes se embrocan sobre las laderas de la Sierra si concedemos principio de la misma al Real, y se evocan calles de neblina, donde habitan fantasmas, tantos como los que se atreven a dejar todo para ir a tomar café.

Más tarde llega el calor que azota a los que manejan el transporte público, y los hace locos, y provoca un estado de ira en que cualquier cristiano debe pagar la ofensa a sus pobres humanidades, de por sí condolidas por el salario escuálido, y los cobros de plano ofensivos de los señores dueños de la concesión.

Al atardecer llega el frío, y los que tienen la ocurrencia de salir a correr a esas horas, juran que ahora sí no acabarán moquientos y con los pulmones en modo de globo a punto de estallar. Pero es ahí cuando el origen de cada persona que camina por las calles de la Bella Airosa queda al descubierto: pachuqueños legítimos lo harán quitados de la pena con una camisa de manga corta, sin suéter por supuesto, menos chamarras o abrigos.

Quien haya nacido en Pachuca, recibirá en plena cara el viento gélido, pero ni se inmutará, mucho menos buscará con qué taparse, porque la camisa de algodón será suficiente. Y no será asunto de engaño, porque, efectivamente, no sentirá el frío que a otros deja con el Jesús en la boca.

Esa es la enseñanza fundamental de estas tierras: enfrentar con absoluta actitud lo que tenga a bien depararle el destino.

Así que se entiende, se aprende, que será un rato, diminuto seguramente, el que andemos por estas tierras de la vida, pero ante todo deberá ser con el orgullo del que no se inmuta ante un tiempo veleidoso y poco serio, y lejos de eso ya sabe disfrutar lo que tenga a bien presentarle el día, el día de 24 horas y no más.

Y de eso se aprende, para festejar las horas previas a la oscuridad, cuando el frío pone estrellado el cielo, y la luna es una lámpara gloriosa que ilumina el principio y el fin del camino, es decir, el nuestro.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajaurez.mx

@JavierEPeralta

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