LAGUNA DE VOCES
Siempre ha sido así el mundo, no ha cambiado en nada. Es injusto, absurdo por momentos, hermoso cuando bien nos va, horrible cuando no. Pero su curso en la minúscula historia del ser humano, se repite con absoluta fidelidad al primer modelo, con las traiciones que llevaron a la muerte de Abel a manos de Caín, con revoluciones que nunca culminaron con la libertad, igualdad y fraternidad que postularon, y, por el contrario, dieron como fruto la opresión, la absoluta desigualdad y el odio entre todos.
Así que todo se puede, y debe reducir, a vivir, simplemente vivir, porque de lo contrario la desilusión está a la vuelta de la esquina.
Es cierto, se trata de una visión pesimista, odiosa incluso, que sin embargo resulta de la recolección del pensar de millones y millones de personas, simples como la mayor parte, que nunca soñaron con hacerse de poder para imponer su punto de vista sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad. Se trata de los que nunca enfermaron de soberbia, porque comprendieron como pocos que, al final de cuentas, nada cambia, si acaso lo que llaman estilo personal de hacer política, que hoy como nunca es la capacidad o incapacidad para no ser presa de la soberbia que lleva a hombros el poder.
Todas las revoluciones, violentas o pacíficas, terminaron por ser el eficaz antídoto contra los sueños, los ideales, porque evidenciaron en la cruda y temible realidad: que el ser humano siempre ha estado a la fuerza metido en una sociedad de conveniencia, porque de otro modo se hubiera aniquilado con el otro, los otros, y de la peor manera, lo que quiere decir al estilo salvaje, sin reglas civilizadas para hacer lo mismo, pero sin tanto alarde sanguinario.
Por eso preocupa lo que sucede desde hace tantos años en México: los criminales, que no son ni integrantes de cárteles de la droga, como se les dice muy elegantemente; no, los criminales, asesinos, delincuentes, echaron a la basura el contrato social, y trajeron de vuelta esa guerra eterna en que gana quien pega primero, quien liquida primero, quien tiene dinero para salir de la cárcel, o hacer convenios de testigo protegido.
Preocupa porque la revolución pacífica convertida en gobierno, se espantó ante estos carniceros, los miró y les dio la vuelta.
Y espanta a todos, ver en lo que empezamos a transformarnos ante el embate del crimen, desalmado, es decir sin alma, y carente de toda capacidad para auto asombrarse por las barbaridades que cometen. Empezamos a transformarnos en los que no hicieron nada cuando vieron nacer, crecer y luego reproducirse a los dictadores más sanguinarios de la historia.
Estamos espantados agobiados, resignados a que todo esto pase para salir a la luz del día de nueva cuenta, aparentar que nada ha sucedido, aunque el piso de las calles, el asalto de las carreteras, la tierra de los campos, el agua de los ríos, esté llena de sangre y dolor.
Eso debiera preocuparnos, debiera despertarnos, para saber que no bastó hacernos a un lado cuando pasaba el poder que invitaba para mandar a otros, ser superior que no bastó para vivir en paz, para morir en paz.
Que de alguna manera debemos abrir la boca para decir que no, que esto no puede seguir así.
Pero también debemos estar ciertos, de que volver a la historia de hacer revoluciones, y por lo tanto caudillos, semidioses enervados por el poder, sirve para nada.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta