RELATOS DE VIDA
Regresaban a casa, después de más de una hora de compras en el supermercado, porque por fin habían tenido el recurso para hacerlo, adquirieron lo indispensable y se dieron alguno que otro lujito, pero lo significativo es que nuevamente verían el refrigerador y la despensa lleno.
En el camino hacia el hogar, la alegría se percibía al interior del automóvil pese al tráfico y a los impacientes que trataban de adelantarse por los caminos prohibidos para metros adelante incorporarse en el carril, lo que retrasaba más su llegada.
Sin embargo, trataron de aligerar la situación, el tiempo, practicando juegos de memoria de películas infantiles producidas por la compañía del ratón, la esencia era identificar a qué filme correspondía la canción que sonaba en la bocina.
La dinámica permitió también recordar la niñez de los pequeños, y hacer comparaciones con las nuevas melodías y géneros de la actual juventud, que en su mayoría expresan letras denigrantes.
Por fin llegaron a casa, el carro pesaba por los artículos que descansaban en la cajuela, al estacionar el auto en la cochera, bajaron para abrir la puerta principal y comenzar a bajar algunas de esas cosas.
Estaban felices, el peso que por un momento cargaban en la espalda por no tener lo suficiente para comer desapareció, y la energía también cambio, tanto que iniciaron inmediatamente la descarga y acomodo.
Ahora el juego era saber quién bajaría y acomodarías más artículos en su lugar, y empezaron a correr para lograr el cometido, hasta que entre empujones por entrar con lo último, que consistía en las cajas de cereales y los huevos, se estamparon contra la puerta y se terminó haciendo un omelette en la entrada.
Primero se espantaron, después les dio asco al pensar que tendrían que levantarlo, para finalmente comenzar a reírse al repetir en constantes ocasiones que se habían quedado “sin huevos”.