RELATOS DE VIDA
Las apuraciones fueron la constante de su día: primero, para poder llegar a tiempo al trabajo —de lo contrario, el retardo le costaría el descuento del día completo—; y después, para salir a su cita médica concertada para el mediodía.
Pese a la presión por cumplir con los pendientes a la hora planeada y el estrés que la situación le ocasionaba, logró hacerlo sin observaciones ni retrasos y pudo estar en el consultorio.
En la unidad médica fue recibida por la recepcionista, quien le tomó sus datos, la anotó en la lista de consultas y después le pidió copia de sus documentos para poder abrir el respectivo expediente clínico.
Procedió a salir para buscar un lugar donde fotocopiar, cuando se acordó de que no contaba con efectivo, pues estaba acostumbrada a pagar sus compras con tarjeta o bien a realizar transferencias.
Intentó localizar una tienda de conveniencia para poder hacer un retiro y, de esta manera, sacar las copias requeridas. Lamentablemente, en los alrededores no se encontraba algún espacio para hacer el proceso bancario.
Caminó una cuadra más y encontró una farmacia que ofrecía el servicio de copias e impresiones y, lo mejor para ella, tenía un letrero que mostraba la leyenda de pago con tarjeta.
Aliviada por la oferta, ingresó al establecimiento y pidió las copias de sus documentos. Cuando se las entregaron, proporcionó el plástico para que realizaran el cobro, pero la empleada, con tono molesto y cara de pujido, le contestó: «No tenemos cobro con tarjeta».
Con pena, la apurada mujer le respondió: «Una disculpa, no traigo efectivo y no pregunté porque en su vitrina menciona que aceptan tarjetas para el pago, y en verdad no traigo ni un peso».
La comerciante le reviró, con mayor molestia y aún más malencarada: «Ese servicio es para la compra de medicamento, no para copias o impresiones, debió preguntar antes».
Con la paciencia agotada, la cliente comentó: «Pues entonces la culpa es de ustedes, ahí no especifican y para colmo tuve que aguantar su mal servicio y sus carotas; usted decide si se cobra con la tarjeta o, de plano, ya son gratis».
La encargada de la farmacia soltó una cara aún más fuerte, casi parecida a la de un bebé estreñido, y la mujer que inició el día con aspiraciones salió del establecimiento sin pagar absolutamente nada.