RETRATOS HABLADOS
Por alguna razón empezamos a tratarnos como al enfermo que se le promete, “ahora que te pongas bueno, vamos a conocer la playa más hermosa del mundo, donde se respira el aire del mar que hace cantar a los pulmones y mirar con nuevos ojos el mundo”.
Tenemos miedo, y soñar que un día nos levantaremos para ir caminar por la arena, dibujar los ojos de la sonrisa y empezar a creer de nueva cuenta en este mundo que fue creado para la felicidad, nos da la valentía necesaria para seguir igualito al soldado en el campo de batalla, esperanzado en que no le atine en la cabeza una bala perdida.
Hagamos todo para merecer la fe otorgada, la que llega un día y se instala en el corazón para creer porque es necesario, porque es justo y un camino único para sobrevivirnos. Admiro a quienes tienen tanta fe que la comparten, la transmiten sin esfuerzo alguno cuando caminan, cuando escriben, cuando hablan y uno sabe con certeza que son hombres, mujeres de fe.
Y si ese elemento nos toca, es posible que, salvados o no de la desgracia de estos tiempos, estemos listos sin embargo para ir a donde debamos ir, con la calma y paciencia de los que saben desde siempre que la vida solo puede terminar cuando la fe desaparece.
“Nada termina si hay fe, si miras con esos nuevos ojos la oportunidad única que tuviste de nacer, de crecer, de amar y que te amen”, me contaban casi de niño. Creo en esa realidad, porque aun cuando hoy fuera el último día, habría valido la pena todo, la tristeza que nutre la alegría desbordada, los tiempos de tragedia que toda existencia lleva a cuestas. Habría valido la pena conocer esta tierra de mineral donde un día, hace muchos años llegué por vez primera cuando mi hermano había decidido trasladar su casa que fue su familia y su fe rotunda en Dios, a Pachuca.
Habría valido la pena por los amigos que he conocido, que veo poco, pero quiero por haberme permitido caminar a su lado tantos años. Por mis hijos y mi nieta. Por el amor que crece siempre en tierra fértil, cuando estamos seguros que es una sorpresa encontrar el destino en un lugar donde el viento hace que tiemble y por momentos pareciera perderse.
Vale infinitamente la vida y todo lo que eso implica.
Así que anímese, animémonos, que con todo y lo que a veces la desesperanza trae en tiempos como los que hemos vivido, nos toca recuperar el rumbo con fe, absoluta fe en un nuevo tiempo que, nos animamos a creer, nos llevará a buen puerto.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta