RETRATOS HABLADOS
La celebración de nuestros difuntos, debiera ser un punto de inflexión en todos nuestros políticos para comprender, aceptar, que son mortales, y que, al igual que todos, se irán el día menos pensado en medio de la gloria, o, todo lo contrario, del repudio. O simplemente se irán en paz, que es lo que todos debieran buscar.
Sin embargo, usted lo sabe, todos lo sabemos, no tienen la menor duda que la muerte se hizo para simples mortales, no para los elegidos por los mismísimos dioses, y por lo tanto la eternidad les espera.
Así que, por favor, miren con atenciones sus ofrendas, si es que las colocaron o permitieron fueran colocadas. Observen con atenciones a sus difuntos, y sepan que no es ninguna pérdida de tiempo decirles que, cuando tengan la dicha de reencontrarse, no tendrán nada de qué avergonzarse, si es el caso de que los de la fotografía son sus padres, abuelos simplemente cercanos de su corazón.
Si cumplen esa encomienda, de llegar a ese otro lugar donde esperan pacientes nuestros familiares, y lo hacen con la frente en alto después de haber tenido poder político en sus manos, reciban nuestra felicitación, y todavía más de quienes los esperan.
Pero en la mayoría de los casos no será así.
Y muy probablemente no faltarán los que quieran hacer uso de influencias, de gritar a los cuatro vientos: “¡no saben con quién están hablando!”.
Tendrán que llegar sus parientes, a lo mejor sus padres, para hacerles entender que el patético poder que tenían en vida, es nada, es polvo.
Y solo entonces descubrirán la fortuna que habrían tenido, de haber sido hombres y mujeres de poder que no enloquecieron por su uso y abuso.
Solo entonces verán desde el altar que haya en su casa, el rostro orgulloso de sus hijos, nietos, que siempre dirán: “¡qué chingón fuiste, abuelo, hermano, tío, amigo, por conservar la humildad y la compasión por tus semejantes, a pesar del poder! ¡Qué chingón!”.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta