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Hidalgo
sábado, mayo 31, 2025

Reír llorando como el tal Garrik

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LAGUNA DE VOCES

Igual que el festejado antipático que nadie quiere, y mucho menos estima, pero que es de temer por su carácter y porque es “poderoso” de alguna manera para amargarle la existencia a quien decide no acudir a su fiesta, un buen número de personas no sabe, a ciencia cierta, qué hacer el domingo. Porque mal si se hace el desentendido, y luego se justifica bajo el argumento de que se le olvidó. Mal también si se presenta y no le canta las mañanitas al del santo, lo cubre de loas, le dice que como él ninguno. Mal si no lleva regalo, porque será catalogado como un agarrado, codo, pichicato, y todo eso que se le dice a los que nada más van a la gorra, sin caerse con su presente. Mal si decide decirle al festejado que se presenta con sincero aprecio, pero no por él, que ya quiere apagar las velitas y partir el pastel, sino por su familia, que es lo único que tiene de bueno.

En fin, que sabe de antemano que va a quedar mal, haga lo que haga, deje de hacer lo que deje de hacer; pero un hecho es cierto y definitivo: ningún otro de los invitados, sabe qué hacer, y han confesado incluso que, si van, es porque no tenían de otra, porque el que ya se pasea por todos lados con ojos terribles, es bien vengativo. 

La orden fue que todos debían cantar, bailar, incluso hasta emborracharse, porque, qué caray, hay libertad para eso y más cosas.

Pero muy en el interior de sus corazones, los festejadores del festejado, sienten un carga opresiva sobre sus espaldas, pero sobre todo, sobre su conciencia, porque saben que participar en una comedia sin ser graciosos, en un tragedia, que sí es, tarde o temprano será cobrado por el destino y el destino es peor que ese hombre, que un día tuvo la ocurrencia de hacerse una fiesta por el motivo que se le viniera a la cabeza, donde todos, absolutamente todos, tendrían por obligación absoluta, estar más felices que una lombriz.

También se sienten tristes, melancólicos, porque no supieron cómo decirle que no, que además ni los conocía, que qué necesidad de sobajarlos tanto, pisotearlos como cucarachas. A ver, si ya sabe que el resultado de su fiesta es el que desee, entonces qué necesidad de joder a tantos, a todos pues.

Algo les dice que empezaron un camino sin retorno, ese que directo al despeñadero, donde se mirarán a los ojos cuando vayan en caída libre, irremediable, hacia cualquier lugar, menos al que se habían prometido de jóvenes, cuando con gusto habrían dado su vida por hacerle fiesta a quien haría lo mismo por todos, absolutamente todos.

Así que llegarán, aplaudirán cada uno de los números de payasos pagados, que no hacen reír, sí en cambio llorar.

No hay remedio.

Ya nunca lo habrá.

Y saben con absoluta certeza, que les duele el corazón, porque traer la vista clavada en el piso, impide nutrirlo de aire, de ilusiones que simplemente ya no existen.

Cumplir, porque no queda de otra, porque la vida se va, y ahora saben, con llanto de por medio, que ya nada cambiará, que el camino a la perdición está delineado, alabado, y que después de todo, pero después de todo, así es la vida.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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