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Hidalgo
domingo, noviembre 24, 2024

Recuerdo y olvido 

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PEDAZOS DE VIDA 

El humo que escapa del incensario marca el aroma a difunto, así es la tradición en este pueblito de nubes eternas. Un halo aromático que se combina con neblina, el espíritu del café de olla y el olor de los cigarros que fuman en el patio los dolientes, así el alma se despega del cuerpo con cantos y lágrimas, mientras la gente bebe café y aguardiente, en lo que pasa la charola de pan y los tamales. 

Las penas vienen y van, así mismo, en los velorios del pueblo, la pena viene y se va. A momentos, las pláticas mitigan un poco el dolor. El acompañamiento a los dolientes hacen más llevadero el duelo en aquellas personas que sufren durante el inicio de la ausencia que será constante por aquella persona que en unas horas será sepultada en el panteón municipal. 

Los juegos de baraja y el alcohol hacen que se eleven algunas voces, otros acuden para cantarle al difunto, y la rezandera se asoma a su casa entre rosario y rosario para ver que sus hijos sigan en sus camas disfrutando del calor de las cobijas. 

No faltan los recuerdos que son inevitables y sacan la sonrisa de más de uno de los dolientes, de aquellas veces en que sucedió algo que marcó la memoria de más de uno, cuando en un viaje sucedió otra cosa que es imposible no contar en aquel momento, los recuerdos de quien en vida fue, las alegrías y los llantos, que se van guardando sobre la caja que a sus pies tiene un petate enrollado, una cruz de cal y un calabazate, voces y murmullos que se van con el difunto. 

Siempre hay alguien que no alcanzará a despedir el cuerpo, en esta tierra de migrantes, siempre hay alguien que a su muerto le llora lejos y muchas veces lo hace en soledad, que cuando regresan, si es que regresan, es solo para mirar la tumba y recordar. Al final todo en la vida es recuerdo y después olvido.  

Al rato lo van a enterrar, habrá música y mucho llanto, habrá flores y canto, así es como el alma se despega del cuerpo, así es como se acostumbra en mi pueblo, aquel pueblo en el que el aroma del copal, anuncia que ya hubo un muerto. 

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