PIDO LA PALABRA
¿Pueblo invisible o el País de las Maravillas? ¿Qué somos? A diferencia de los cuentos clásicos, nuestro mundo no es imaginario, y los personajes de esta obra de la vida real no son ni el Conejo Blanco, ni Sombrereros, ni Gatos de Cheshire, ni aparece ninguna Reina de Corazones; sí, en cambio, nuestra historia de cada día está protagonizada por personajes aún más patéticos, algunos alcanzando el nivel de ridículos y otros hasta dramáticamente tenebrosos; como ejemplo denle una repasada a las listas de políticos que diariamente aparecen en los periódicos y los que poco a poco se desvanecerán de nuestra mente con distractores que cumplen la función de seguir sumiéndonos en el sueño de los justos; y no, por desgracia no aparece ningún Pájaro Loco, aunque alguno de los personajes de la política mexicana lo podría interpretar de maravilla.
Y al igual que Alicia siguió a un Conejo y terminó cayendo en un profundo pozo, nosotros también entramos a un túnel que parece no tener fin y que sin lugar a dudas también nos está llevando a un mundo de absurdos y paradojas; y al igual que el Conejo que corre murmurando que llega tarde, nosotros siempre iremos contra reloj por la prisa y el miedo de nuestros representantes impopulares al no atreverse a contradecir las órdenes de quien, en su momento, los llevó al cenit de alguna candidatura; ellos son en realidad el pozo profundo de nuestra historia, y nuestra caída nos hará mucho daño, quizá ya lo está haciendo.
Con las recetas mágicas de la política que nuestros personajes nos convidan, en un momento nos hacen sentir tan pequeños, y que nuestro tamaño es de tal insignificancia, que los políticos tienen que voltear hacía abajo para darse cuenta de que ahí estamos, es más, a veces nos sentimos el personaje principal de la obra de H.G. Wells, “El hombre invisible“, pues en la mayoría de las decisiones que toman en nuestro loco mundo de la política, parece ser que ni nos ven y ni nos oyen; parecemos una sociedad invisible en un país de ciegos y sordos.
Pero también y como por arte de magia, el pueblo invisible cobra fuerza, adquiere un tamaño descomunal y se nos dice que somos la inspiración en sus noches de desvelo, que en sus sueños húmedos siempre aparecemos como el gigante que en lugar de hacha, tenemos un voto poderoso; nos envuelven con sus discursos, a algunos nos hacen vibrar de la emoción al saber que alguien está entregando su esfuerzo y su vida y la pone al servicio del pueblo, y al final nos dejamos guiar; y ese gigante que nosotros como pueblo alimentamos termina cobrándose sendos y jugosos salarios y prestaciones descomunales como el bono de despedida que seguramente se autorizarán las administraciones salientes.
Lo cierto es que cualquier fantasía es rebasada por la realidad, nuestro ámbito nacional está lleno de mentirosos, corruptos, manipuladores, soberbios, intolerantes; y ellos, representan el auténtico mar negro del que urge salir antes de que nos ahoguen con toda su porquería, día con día recibimos toneladas y más toneladas de contaminación política; en tanto, el pueblo invisible, partiéndose el alma en las calles para medio sobrevivir y llevar algo de comer a sus hijos.
Nadie quiere ver ni oír al pueblo, en tiempos no electorales para ellos pasa inadvertido, es invisible; todos los políticos solo miran su personal futuro y el pueblo que se friegue; se atienen a que estamos en “el país de no pasa nada”, en su país de las maravillas en donde ellos, los políticos, son las piezas principales del ajedrez, y nosotros, somos solo los peones que sirven a sus intereses de victorias y venganzas personales.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.