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Hidalgo
jueves, agosto 7, 2025

Puede que te salves de ti mismo

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LAGUNA DE VOCES

Por fin puedo escuchar el sonido único de la vida, que es un susurro, no el de máquinas que apenas si logran caminar y que siempre resultan ser lo que oímos; por eso decidimos encomendar esa poca alma que nos queda, a las capacidades de una pantalla donde escribimos, a veces le hablamos, el sin sentido que nos persigue de nacimiento para comprender este paso diminuto por un laberinto sin sentido alguno. Pero insistimos en querer salir, asomarnos a lo que hay a la vuelta de esa esquina que se repite, se repite y se repite hasta el absurdo.

Casi todos los que hablan con fantasmas, aseguran que lo hacen en susurros. 

La novela más importante de la literatura mexicana, originalmente se iba a llamar “Los Murmullos”, finalmente llevó el nombre de “Pedro Páramo”. Pero Rulfo escuchaba el balbuceo de los difuntos, sus llantos, las querellas con vivos que les habían hecho la vida imposible, los amores únicos que se calaban hasta los huesos, y con bastante regularidad resulta ser lo único que se salva de un cadáver.

A mi tío Isauro, lo perseguía una voz que insistía en decirle, “ahí está”, en la vuelta diminuta de la puerta que daba a la bodega de maíz, que compraba al menudeo para vender al mayoreo.

Fue asunto de pensar que le indicaba el lugar exacto donde los revolucionarios que pasaron por el pueblo, rumbo a quién sabe dónde, enterraron oro, puro oro, oro puro. Pero no era así, y lo sabía con absoluta certeza, y por eso el terror, el miedo, el méndigo miedo a los susurros, a los murmullos que enchinan la piel, que espantan; espantan con ese gesto que solo ponen en la cara los que vieron el momento exacto en que la vida termina.

Así que luego da risa la vida, más todavía la historia de los que se pelean por el poder, el gusto necio de mandar a una muchedumbre que ni lo conoce, que ni le interesa, que le es extraño porque solo lo vieron en esas épocas de campañas, de pasarelas en que siempre le dirían lo mismo, y después murmuraron, susurraron que la historia era la misma, sin cambios reales, sin algo que cambiara el rumbo a la perdición.

Y sí, era cierto, porque solo algunos gritan, elevan la voz, no se cansan de ordenar, ordenar, ordenar.

Pero guarda silencio. Escucha. Siempre susurra la voz única, fundamental de la esperanza. Esa que se queda a la espera de que despiertes, de que abras los ojos, de que sepas, finalmente, que en ese justo instante cuando la laguna, hoy vacía de tu pueblo, designó a tu padre como heredero del amor de tu madre, reflejó el instante único, vital del universo en sus aguas. Ese que viste cuando eras joven, del Rafa que envalentonado por uno o dos cartones de cerveza gritaba, “¡qué chingue a su madre el diablo!”, se fue de boca contra una de los miles, millones de piedras de río que hacían de camino.

La vida habla con susurros, con murmullos, para que entiendas.

Y si entiendes, puede que te salves de todo, incluso de ti mismo.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajurez.mx

X: @JavierEPeralta

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