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Procrastinación…

Miguel Rosales
6 Min de Lectura

PIDO LA PALABRA

Hay muchas cosas que me molestan, pero la principal de ellas es la procrastinación, el dejar las cosas para mañana, el “se me olvidó”, situaciones que se han convertido en un hábito para un enorme sector de la población, fanáticos del “no hagas hoy lo que puedes hacer mañana”. Cuántos problemas se ocasionan por no tenerle respeto al tiempo, por no hacer oportunamente lo que podríamos hacer sin prisa, pero con la convicción de que al hacerlo nos liberará de una carga más a ese nuestro sentimiento inútil de la culpabilidad.

En alguna ocasión, un alumno de bajo rendimiento me preguntaba sobre el momento en que siendo estudiante empecé a tomar en serio a mi carrera, debo admitir que esa pregunta me causó una mezcla de frustración y enojo, primero porque aclaró mis dudas del por qué el bajo rendimiento de ese alumno, y segundo, porque no puedo entender que aún a nivel licenciatura, todavía haya alumnos que estén esperando el momento para tomar en serio aquello que les va a dar de comer; los estudios se deben tomar en serio desde el momento mismo en que nos paramos en un aula y no dejarlo para mañana.

Perder el tiempo es perder parte de nuestra vida, “es perder la oportunidad de ser”; y cuando nos damos cuenta no nos queda de otra más que parecer; simular lo que no somos aunque tuvimos toda la oportunidad para serlo. Hoy veo en las redes sociales, fotos de jóvenes que por alguna razón conozco, de alguna época o de algún lugar, muchos de ellos exitosos ni duda cabe, jóvenes que entendieron la importancia de su tiempo y con los que daba gusto presionarse en exámenes o revisando sus tareas para ir corrigiendo esos errores que en su profesión el oponente no les perdonaría; satisfactorio el saber que con ellos nuestro tiempo se invirtió de forma productiva.

Pero otros, que es obvio que desde la familia no les enseñaron a poner los pies en la tierra, porque jamás les colocaron un peso en sus hombros; con ellos el tiempo transcurre inexorable hacia su mediocridad; y los veo desde ahora, rodeados de gente, pero viviendo solos, en su mundo de engaño de donde les será muy difícil salir si es que no ponen un poco de voluntad para reaccionar.

Sintiéndose satisfechos al subir a las redes sociales aquella vieja fotografía que por casualidad alguna vez se tomaron en alguna institución de prestigio, y de la cual nunca se graduaron por su falta de interés en el estudio; pero la siguen presumiendo ya que esa foto representa una pequeña luz para seguir explotando su ego, aunque en realidad lo que están haciendo es faltarle el respeto a quienes confiaron en él, se están faltando el respeto a sí mismos.

No sé en qué momento me volví intolerante, intolerante a la banalidad, intolerante al engaño, intolerante a la desidia; tal vez me estoy convirtiendo en un inadaptado social y sea yo el que tiene que cambiar para ajustarme a los nuevos tiempos; intolerante con los gobiernos que hasta al final de su mandato se acuerdan de sus compromisos que los llevó a  ganar el cargo que disfrutaron pero no ejercieron; intolerante con los dueños de los medios de producción que no pagan el salario pactado sino hasta que el obrero o el empleado le tienen que recordar su obligación; ya me imagino a esos patrones esperando que a su empleado se olvide que debe cobrar su salario, o que éste se muera para que ya no haya nadie que le reclame lo debido.

En fin, el mundo sigue rodando, el tiempo se sigue perdiendo, lo no urgente lo convertimos en urgente por la falta de interés, por ese “se me olvidó” que yo interpretó como un “no me importó”, seguiré apretando las tuercas hasta el último de mis días, seguiré dando sermones aunque sé que a muchos les entra por un oído y les sale por el otro, y en este caso, sigo la frase que alguna vez le escuché a un viejo amigo sindicalista al referirse a la cualidad afrodisíaca de los mariscos: “de todos los que me coma, con uno que me salga bueno, ya la hice”.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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