RELATOS DE VIDA
Corría de un lado a otro como era su costumbre, era el ritual matutino, buscar la comida que sobró del día anterior que se encontraba en su plato, dio unos lengüetazos al traste con agua, se estiró en el piso y buscó el primer objetivo.
Eran los juegos del día, para pasar el rato, cansarse, y después reposar tirado sobre el piso bajo el calor del sol, para nuevamente corretear a los canes que habitaban en el mismo espacio que él.
Valiente tiene una actitud amigable, pero protectora cuando presiente que algo no anda bien o que un desconocido se acerca, y lo más peligroso que ha hecho es correr a un lado de los carros para intentar morder las llantas.
Es un día parecido a los demás, sin sorpresas, salvo la ansiedad por tomar a la hembra de la jauría que estaba en “calor”, y alborota a todos los machos que la rodean y que parece hacen fila para tomarla.
El tradicional juego de corretear a sus amigos perros, se había convertido en la competencia de derrocar al más débil para quedarse con la hembra, que cada tantos meses presenta esas condiciones hormonales y esparce su olor por todo el patio.
La lucha fue constante e incansable, porque en ningún momento pudo acercarse a la hembra, y ante la frustración salió corriendo hacia la calle cuando vio la puerta abierta de par en par.
Recorrió unas cuántas cuadras y regresó a casa, pero la ansiedad no calmó, e intentó dar vueltas en el mismo lugar hasta que nuevamente la puerta estuviera abierta, pero el tiempo pasaba y eso no sucedía.
En eso pasó un niño corriendo y al rozar a Valiente reaccionó mordiendo su mano, el pequeño gritó y la madre que estaba metros atrás le dio alcance para patear al can y defender el menor.
Ante el primer golpe, Valiente bajó la mirada y se sentó a esperar, sabía que había hecho mal, pero sintió calma al desquitar el coraje que cargaba por no haber podido tomar a la hembra.
La mamá del niño tocó el timbre de la vivienda, la dueña del perro salió al llamado y escuchó el reclamó de la mujer que estaba angustiada por las curaciones de su hijo, y por el cuadro de vacunación del perro frustrado.
La ama de Valiente entró a la casa para mostrar la cartilla de vacunación y aseguró que la atención médica del niño sería cubierta en su totalidad, además de que estaría pendiente del estado de salud del pequeño.
Ya al interior de la casa, la dueña del perro lo regañó como si fuera uno de sus hijos, y después lo encadenó, en señal de cadena perpetua, Valiente no volvió a jugar, ni a correr, ni a salir a la calle, y todo por la perra de la jauría.