UN ADULTO RESPONSABLE
“Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”
Yoda
Hace ya tres años, tomé la decisión de inscribirme en mi primer maratón. Un ignorante pero entusiasta Martín creyó que correr cinco veces a la semana distancias cortas le permitiría afrontar el reto. Alerta de spoiler: no fue así. Pero lo acabó por orgullo y determinación, aunque sus piernas no respondían muy bien desde el kilómetro 18.
Dos años después, no solo logré el reto, pude por fin disfrutar gran parte de la carrera (no toda, tampoco soy inmune al dolor). Eso se debió a una mejor preparación y descansos más equilibrados, pero también a un buen plan, que se complementó con mi grupo de “Pilynecios”, mis compañeros de atletismo. ¡Dios me los bendiga!
Hay corredores mucho mejores que yo, eso sin dudarlo, pero no compito contra ellos, lo hago para vencer a mi más engorroso rival, mi más grande hater y mi más grande cómplice también: sí, yo mismo. Y sí, esa frase está bien choteada, pero no por eso deja de ser una realidad.
Y así pasa con todo lo que queremos lograr, para ser un gran escritor, primero hay que escribir: un día nos faltará coherencia, otro día no se entenderá lo que quisimos decir y quizá al siguiente (no sin ayuda) por fin encontremos nuestro estilo y podamos explotarlo de la forma correcta.
Confiar en nosotros está muy bien y es quizá una de las virtudes más importantes en nuestra vida, pero, sin importar lo que pensemos al respecto, necesitamos a los demás para llegar a tener éxito, ¿qué sería de un doctor sin sus pacientes? ¿De un tendero sin sus clientes? ¿De un vendedor sin sus compradores? ¿De un artista sin que no haya nadie que aprecie lo bello de su obra?
Pero así como no podemos volvernos unos ermitaños en este mundo capitalista y podrido, tampoco deberíamos olvidarnos de los que nos acompañaron en cada pasito que hemos dado a través del tiempo para alcanzar nuestros objetivos.
Nuestros padres son el primer ejemplo de apoyo, ya que gracias a su presencia (o a su ausencia) nos forjan a través de sus propios valores, de su visión del mundo, de sus costumbres o de sus propios temores. Y es ahí cuando descubrimos que los seres imperfectos que nos dieron la vida nos condujeron hacia el camino de la independencia, no sin dejarnos una que otra marca en el camino y un amor incondicional (porque no nos alcanzaría la vida para pagarlo, si lo viéramos en términos monetarios).
Muchas de las ideas y los conocimientos que tenemos hoy en día se las debemos a los maestros, aquellos seres cuyas lecciones más importantes no fueron las académicas, sino que se esforzaron por hacernos saber que nos apreciaban como personas y nos ofrecieron una parte de sí mismos: en una palabra de aliento o de ánimo, en un proyecto, en un consejo buenísimo o en una observación perspicaz (y muchos de ellos también enseñan su materia con pasión, esos son los mejores).
Y después están los amigos, los parientes, los hermanos, un desconocido que fue amable, el artista de moda, un artista, un cineasta, un escritor. De cualquier lado puedes encontrar la inspiración para ir tras tus sueños.
Lo malo es que muchas veces nos rendimos muy pronto y dejamos aventado aquello para lo que teníamos potencial o resulta que tenemos la desventura de ser buenos en aquello que no nos apasiona y terminamos haciéndolo únicamente por el dinero, el status o cualquier otra cosa (que es muy válida, pero no por eso menos frustrante, lo digo porque lo he vivido).
Nota: Ojalá que tu pasión se convierta en algo redituable o que encuentres siempre motivación para hacer lo que no te gusta en pos de una vida más satisfactoria.