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Hidalgo
viernes, abril 18, 2025

Perfume con notas de recuerdos

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PEDAZOS DE VIDA

Aún el recuerdo de tu olor me persigue, ese maldito perfume que te adueñaste y absorbías como esponja con tu piel, varias veces al notarlo he creído que vuelves, que estás cerca, que me volverás a besar y a desnudar como tantas veces, en nuestros encuentros furtivos, ocurrió.  

A veces, el viento se encarga de traer fantasmas materializados en notas de esa fragancia maldita que ya no sé si es real o si el deseo ha sido el cargado de que pueda percibirla con mi nariz. Decirte que no te extraño a estas alturas, sería una mentira, porque por eso te escribo esto, porque la espera y el deseo también cansan pero esté último no se puede controlar. 

En el parque, en el páramo, en aquellos lugares que visitamos… ni siquiera la cafetería llena de aromas, llena de notas de pan y levaduras, de mantequillas y canela, de granos de café recién tostados… ni siquiera este espacio se ha salvado de que por lo menos un par de veces haya percibido tu maldito perfume.

Ahora aquí escribiendo, nuevamente mi memoria se encarga de torturarme, pareciera que yo lo quiero, pareciera que lo deseo, pero en el fondo repudio todo esto, tu existencia, tu ausencia y a la vez también detesto tu presencia, y me odio a mí por ser tan débil y por haberme mostrado tan fuerte cuando todo sucedió. 

Algunas ocasiones he soñado contigo, siento tus manos y tus labios sobre mi cuerpo, y volvemos a estar en la cama que muchas veces como a  mí, dejaste desnuda. Sueño con tu cuerpo, con tus dientes, con tus labios, te siento dentro de mí y entre mis piernas escurre la ansiedad, despierto para verme sola enredada entre las sábanas, con las cobijas convertidas en una alfombra de gruesas nubes. 

Y al final, ni el olor a tierra, ni a flores ni al agua podrida son suficientes para no seguir oliéndote, para que tu perfume se quede atrás, o se hunda junto con tu cuerpo en el olvido. Solo quiero decirte que lo siento, nunca quise que acabaras aquí, debajo de una lápida corriente y con este santo que, con el tiempo seguramente, se quedará sin cabeza, al igual que los ángeles de aquella tumba se quedaron sin alas. No me mato porque no quiera sino por el temor de volverte a encontrar y tener que oler, como castigo, tu perfume por toda la eternidad. 

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